Redacción

Ayer se desarrolló la primera jornada de formalización contra 18 detenidos por su participación en el asalto del viernes pasado a las dependencias de la empresa de transporte de valores Brinks en Rancagua. Y durante la exposición de la Fiscalía se conocieron dos datos claves.

El primero era esperado: el monto del dinero sustraído. Y el segundo fue una sorpresa, pues se vinculó una de las armas utilizadas en el atraco al ataque que sufrió en marzo de 2022 la entonces ministra del Interior Izkia Siches cuando intentó visitar la comunidad de Temucuicui, en la Región de La Araucanía.

Durante su alocución, el fiscal regional de O'Higgins, Aquiles Cubillos, expuso que los delincuentes se organizaron a través de una estructura criminal, creada a inicios de este año para planificar el asalto.

Monto multimillonario

"A partir de una estructura jerarquizada, permanente y estable en el tiempo, se organizaron y distribuyeron diversas funciones precias y determinadas, todas ellas convergentes hacia un fin común y compartido por todos sus miembros: efectuar el robo de más de 12 mil millones de pesos que la empresa Brinks mantenía en la sucursal ubicada en Río Loco 73 de Rancagua", sostuvo el persecutor.

En ese marco, detalló que "la referida organización elaboró durante este periodo un detallado plan criminal y se proveyó de los medios necesarios para facilitar la ejecución del mismo, como: distribución de funciones, obtención de información interna de la empresa, lugar para reunirse y conectarse los días previos, obtención de armas de fuego y obtención de vehículos robados para transportarse al lugar y sustraer el dinero".

La Fiscalía les imputa a los detenidos la autoría de los delitos de robo con intimidación, asociación criminal, infracción a la Ley de Armas, siete de incendio, porte de elementos incendiarios y 19 de robos de vehículo, que contemplan también el caos que provocaron en su huida, quemando autos y camiones en las inmediaciones con el objetivo de confundir a las policías.

Ataque a ministra

A su turno, el fiscal jefe de Análisis Criminal O'Higgins, Carlos Fuentes, reveló que a uno de los delincuentes detenidos, un hombre de 32 años, se le incautaron un chaleco antibalas, cargadores, cartuchos balísticos y un arma de fuego marca Glock, esta última que había sido utilizada en años anteriores en otros hechos de violencia en la Región de La Araucanía.

"Se consulta (información sobre) esta pistola Glock modelo 17, que tiene su número de serie borrado. Aparece esta misma arma involucrada en unos hechos en Collipulli, el 1 de julio de 2021, donde esa arma aparece disparada", vinculación que fue posible por el hallazgo de casquillos en ese sitio del suceso.

Luego remarcó que el arma también se usó en un "ataque complejo" del 15 de marzo de 2022, también en Collipulli: "Aparece siendo disparada y utilizada en un ataque en esa zona. ¿Cuál es el punto aquí? Que ese ataque no es cualquiera, sino que fue el casi atentado que se le hace a la ministra del Interior de la época, Izkia Siches, en la comunidad de Temucuicui, donde sujetos desconocidos efectúan disparos a la vía pública".

Tras conocer estos hechos la jefa de gabinete, Carolina Tohá, destacó que "gracias a que tenemos mayor tecnología de investigación balística estamos logrando establecer qué armamento que se ocupa para cierto tipo de delitos están vinculados a otros delitos en otras partes del país y son completamente distintos".

Luego de varias horas de audiencia, la sesión de ayer fue suspendida y se anunció que hoy proseguirá para dar a conocer las medidas cautelares contra los sospechosos. El Ministerio Público solicitó que todos queden en prisión preventiva.

El caso de Isabel Amor -despedida a horas de haber sido nombrada- es sintomático de un rasgo que, poco a poco, se extiende en la sociedad chilena. Se trata de la institución de la víctima, la aparición de un sujeto depositario o depositaria de un maltrato inmerecido que desata la solidaridad, y a veces la conmiseración, ajena.

En toda sociedad, y para qué decir en la sociedad chilena, hay víctimas. Desde luego, las víctimas de los atropellos acaecidas durante la dictadura. Esas son víctimas verídicas, indudables y luctuosas.

Pero hay otra categoría de víctima que ha ido asomando poco a poco. Se trata de lo que podría llamarse una víctima más bien simbólica o circunstancial: el caso de quien a propósito de un hecho más o menos trivial o reglamentario, de una experiencia corriente, quizá en el peor de los casos injusta, pero en cualquier caso corriente, se transforma en alguien que ha padecido un grave e inexplicable atentado al conjunto de su personalidad, un daño severo a su existencia, una suerte de muerte biográfica.

Es lo que ocurre en el caso de Isabel Amor.

Despedida de un cargo público por razones bastante plausibles -desde no compartir el ideario del gobierno o manifestar lealtades filiales a propósito de una condena penal- ella ha sido erigida en una suerte de símbolo del maltrato y en derredor suyo han surgido un conjunto de discursos que alientan sus quejas y procuran mantener vivo el recuerdo de lo que se supone es un grave maltrato.

¿A qué puede deberse esa reacción desmesurada consistente en transformar en un acontecimiento moral de gran envergadura lo que es una decisión administrativa que, acertada o no (aunque parece acertada), es trivial cuando se la mira desde el punto de vista de la experiencia de la mayoría (y también en la experiencia política como lo prueba el caso de Juan Andrés Lagos)?

Aquí va una probable explicación.

Lo que ocurre es que la víctima, o más bien este tipo de víctimas, en realidad no existe, sino que es el fruto de la audiencia que, por raros motivos, muchas veces inconsciente, la crea. ¿De dónde proviene esa necesidad de contar con una víctima? ¿Por qué de pronto una audiencia parece movida por el anhelo de instituir una víctima?

Es probable que esa necesidad provenga de lo que pudiera llamarse el revés de un chivo expiatorio. En este último se instituye a un sujeto como el causante de todos los males de manera que, así, todos los demás quedan limpios y exonerados. Pues bien. En el caso del revés del chivo expiatorio, en el caso de la víctima creada, se instituye a una persona como objeto de un maltrato inmerecido e inexplicable, como una forma no de espantar el mal o el pecado, sino como una manera de acreditar la bondad no de la víctima, sino de quienes la rodean y salen con entusiasmo y con bríos a defenderla.

Eso explicaría que en torno al caso de Isabel Amor hayan surgido tantas voces bien pensantes que, de pronto, se han vuelto radicalmente sensibles, a propósito de este caso, frente a cuestiones de género. Y es que el caso de Isabel Amor (un caso ordinario en la vida pública y política, incluso si fuera injusto, ordinario) no se explica tanto por la necesidad de protegerla a ella, sino ante todo por la necesidad de quienes han salido desproporcionadamente en su defensa de ensalzarse a sí mismos y mostrar los claros ideales que los inspiran.