LA TRIBUNA DEL LECTOR Filantropía y generosidad
POR RAFAEL TORRES, GESTOR CULTURAL, MAGÍSTER EN PATRIMONIO
Con el paso de los años de vida que he tenido, he llegado a la conclusión que, a pesar de lo rico de nuestro idioma, tenemos un muy mal hábito escritura y escasa lectura, y por ello es que hay palabras que muchas veces mencionamos sin conocer mucho de su significado, o al menos sólo visto muy por encima, en la forma más simple que ellas tienen. Este es el caso, a mi juicio, de palabras como mecenazgo, filantropía, generosidad, palabras que parecen iguales y que da la idea que todos comprendemos, aunque ello sólo sea en una de sus muchas acepciones y no en todo lo que como vocablo contiene.
Tal es el caso de las palabras filantropía y generosidad, que son lindas, fuertes y robustas, que se pueden leer en una misma frase, pero que muchas veces pronunciamos para ejemplificar acciones o situaciones mucho menores de lo que su profundo significado y sentido conllevan. Se trata de dos palabras que son valores profundamente arraigados en muchas culturas alrededor del mundo, que representan de los mejores sentimientos del hombre como especie, dar y aportar, dicho muy en simple. Estos conceptos no sólo tienen un impacto significativo en las sociedades actuales, sino que también han sido fundamentales en la construcción y el desarrollo de comunidades a lo largo de la historia, ya que han permitido que muchos reciban lo que necesitan y que muchos entreguen lo mejor de sí para hacer mejores lugares.
La filantropía es un valor que implica el uso de recursos, ya sea dinero, tiempo o habilidades, para mejorar el bienestar de otros. Este acto va más allá de la simple caridad, ya que busca abordar las causas subyacentes de problemas sociales y generar un cambio a largo plazo. En muchas culturas, los individuos y las organizaciones han jugado un papel clave en el desarrollo de la educación, la salud y otros servicios esenciales a través de la filantropía. Esto ha permitido llenar vacíos donde los gobiernos no han podido llegar, creando un impacto duradero. Ejemplos chilenos significativos han sido doña Juana Ross, don Pascual Baburizza, entre otros, cuyo impacto ha sido especialmente sentido en nuestra zona.
Con motivo de un reciente viaje a Nueva York que tuve la oportunidad de realizar, pude constatar cómo la generosidad y la filantropía han permitido que esa ciudad tenga los más extraordinarios museos y bibliotecas, todos construidos y conformados en base a donantes que han sentido el deber de contribuir a mejorar la calidad de vida y el ámbito cultural de su ciudad y nación. Fue un verdadero bálsamo poder constatar que han sido cientos de personas que han entendido que se puede y se debe ser generoso construyendo acervo cultural. Son incontables las salas, las galerías y las colecciones que distintos recintos, como el Museo Metropolitano, MET o el MoMa, de arte moderno, o el mismo Guggenheim, tienen un patrimonio invaluable producto de la generosidad y la filantropía de hombres y mujeres que sintieron el deber y la oportunidad de aportar a través del arte, la cultura y el patrimonio, a enriquecer el espíritu de su prójimo.
La generosidad, que en lo personal me parece una gran virtud, se manifiesta en actos cotidianos de ayuda y apoyo mutuo, y es fundamental para la cohesión social de una comunidad. En muchas culturas, compartir recursos y ayudar a otros es una norma social que fortalece los lazos comunitarios. Este tipo de generosidad crea un sentido de pertenencia y solidaridad, haciendo que las personas se sientan parte de algo más grande que ellos mismos. Creo que repetir estos ejemplos en nuestro país, en ámbitos culturales, puede ser una gran oportunidad para muchas personas que cuentan con los recursos para ello, pero que no han comprendido del todo el valor de aportar en estas materias.
La filantropía tiene también un impacto económico significativo. Las donaciones filantrópicas pueden estimular la innovación, apoyar a organizaciones sin fines de lucro y financiar investigaciones que de otra manera no serían posibles. Además, los actos de generosidad pueden reducir las desigualdades, ya que redistribuyen recursos hacia los más necesitados, promoviendo un desarrollo más equitativo, en suma, una sociedad más justa e inclusiva, dos verdaderos imperativos éticos en estos tiempos.
Después de este viaje, tengo la absoluta convicción que la filantropía y la generosidad son pilares esenciales en la cultura, tanto históricamente como en el mundo contemporáneo, y ello queda de manifiesto cuando se tiene la oportunidad de apreciar tanto patrimonio artístico y cultural que un día tuvieron un dueño, que luego quiso él o sus descendientes entregarlos a toda la comunidad. Gestos como esos llenan de sentido a las palabras, que quedan vacías cuando no tienen actos que las reflejen. Sea esta una invitación respetuosa a sentir la vocación de ser generoso y practicar la filantropía cada vez que les sea posible.