LA TRIBUNA DEL LECTOR Servicios básicos y resiliencia
POR ALFONSO SALINAS, PRESIDENTE DE ASIVA
Los recientes cortes en los suministros eléctricos en varias regiones, luego de intensas lluvias y fuertes vientos, ponen en cuestión el rol de los privados en la provisión de servicios públicos esenciales. Junto con las multas y demandas colectivas, varios piden que se revisen las concesiones o incluso el modelo para volver a una provisión estatal. Situaciones similares se han dado respecto a otros servicios y no son exclusivos de nuestro país (hace poco se generó una gran polémica respecto a la provisión de agua potable en Inglaterra por fallas en el suministro otorgado por empresas privadas). Vale la pena entonces no eludir la discusión de fondo.
En primer lugar, los problemas existentes no deben hacernos olvidar los logros en cada uno de los sectores donde se ha optado por incorporar la prestación de privados para bienes y servicios públicos. La cobertura tanto de agua potable y alcantarillado, como de luz eléctrica en nuestro país está entre las más altas del mundo.
En segundo lugar, si bien puede haber importantes espacios para ser más eficientes, la calidad de servicios a los que podemos aspirar está determinada por los precios que estemos dispuestos a pagar. Mejorar la resiliencia (por ejemplo, soterrar cables o construir plantas desaladoras) tiene un costo extra.
En tercer lugar, las prestaciones privadas se desarrollan dentro de un marco regulatorio definido por el Estado. En el caso de la distribución eléctrica existe amplio consenso en la necesidad de modernizar la regulación vigente que en lo sustantivo fue concebida hace 40 años.
En cuarto lugar, no resulta para nada evidente si los mismos servicios administrados por el Estado pudieran ser de mayor calidad o más baratos. Los precios en este tipo de prestaciones están determinados por los costos y las rentabilidades establecidas y revisadas por la autoridad.
Por último, en el esquema de provisión a través de privados, el Estado cumple un rol fundamental financiando, total o parcialmente, a aquellas familias que no cuentan con los ingresos suficientes para pagar las cuentas de los servicios básicos. En la misma línea, realiza una serie de obras y otras actividades que complementan lo que las empresas pueden financiar con los ingresos que perciben por el cobro de tarifas. Se trata de subsidios que evitan alzas en las cuentas que pagan los hogares (por ejemplo, la construcción de colectores o alcantarillados en zonas rurales, o la limpieza de árboles después de una tormenta). En ese sentido, en lugar de plantear volver a empresas públicas para la prestación de servicios básicos, podría discutirse si la existencia de subsidios, tanto a la oferta como a la demanda, pudieran traducirse en participación estatal, en proporción a su aporte y a sus posibilidades económicas, en la propiedad de las empresas privadas que hoy operan.
La sabiduría aristotélica y la oriental del yin y el yang nos recomiendan abandonar la estridencia de posiciones extremas. Frente a eventos excepcionales que es posible se repitan en el futuro, los esfuerzos no debieran reducirse a mostrase implacable frente a los privados para mostrar diligencia. Sería más justo y conducente valorar lo que hemos alcanzado y a quienes lo han hecho posible y mantienen día a día, y sobre esa base, analizar cómo mejorar los servicios, sincerando los costos y beneficios, para tomar las medidas necesarias para estar mejor preparados para la próxima ocasión.