LOS MARTES DE DON DEMETRIO Celebración de cumpleaños
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Recién hemos iniciado septiembre, el Mes de la Patria. Se aproximan las Fiestas Patrias, que no son otra cosa que el comienzo de la época en que se conmemora el cumpleaños de Chile. En efecto, el país como tal -al igual que los seres humanos- también tiene su día propio, el 18 de septiembre, cuando rememoramos aquel de 1810, fecha en que intentamos nacer a la vida independiente. La verdad histórica es que ese día fue la primera demostración de la voluntad de un grupo de nuestros antepasados para tratar emanciparse de España, aunque en los hechos fue un acto de consecuencias limitadas. La verdadera independencia vendría después de la batalla de Maipú, en abril de 1818. Pero ese primer intento de 1810 fue un acto que marcó el futuro, por lo cual ha quedado registrado en la mente nacional como el cumpleaños del país. A lo menos son un par de días -este año serán bastante más que eso- en que todos no sentimos conmovidos por el recuerdo de lo acaecido en aquella fecha y entre la chicha y empanadas intentamos dejar atrás nuestras diferencias, sean estas sociales, económicas, políticas o deportivas. Esto acaece desde Arica a Magallanes y también en el exterior, donde los chilenos se reúnen para participar desde lejos en la fiesta.
Mi experiencia como diplomático es que las embajadas en todo el mundo hacen una lata preparación para juntar a los compatriotas. En Chile, se podría decir que con el transcurso de los años los hechos más significativos de esta celebración son las populares ramadas que se levantan en todas las ciudades y pueblos, y la esperada Parada Militar del día 19. La primera ha variado por los adelantos técnicos. Ya no se usan, por ejemplo, los antiguos micrófonos con defectuosos parlantes que transformaban la música incluso en un sonido molesto. Hoy se percibe una melodía perfecta y la presentación en vivo de artistas ha aumentado. Adicionalmente, se han incorporado gustos nuevos, como "el terremoto", bebida que nació no hace mucho tiempo. Respecto a la Parada Militar -gracias a la televisión- nos sentimos al unísono llenos de orgullo por la gallardía que demuestran ese conjunto de hombre y mujeres vestidos de uniforme que se preparan para algo que en el fondo de sus corazones no desean.
Ahora, en cuanto a las personas, también es una costumbre casi universal. Quizás nació con Cristo. La permanencia de la historia de la Navidad se conmemora incluso en países sin tradición cristiana. La fecha de nacimiento de cada uno se celebra en forma particular dependiendo del celebrado. Este acto posee un alcance mundial y se lleva a cabo entonando con la misma melodía el famoso "cumpleaños feliz". La letra muta con el respectivo idioma.
Por otra parte, todo depende de la edad que cumple el festejado. Cuando arriba al primer año de vida es una emoción que comparten normalmente los padres y hermanos. Luego cambia radicalmente cuando se trata de los 10 años. Ahí existe una fiesta con torta, gorros, dulces, serpentina y con la presencia de algunos compañeros de curso, además de los familiares cercanos. Los veinte años ya pasan a otro estadio. El celebrado está en la universidad o está trabajando. Entonces el tema sale de la casa y se organiza algo que hoy se denomina "carreteo". Un grupo amigos de ambos sexos acompañan al nuevo veinteañero(a) -que ya es mayor de edad, lo que le da derecho a opinar de lo humano y lo divino- a un pub o a una disco. La cita habitualmente se realiza el sábado en la noche a fin de evitar que la "resaca" perjudique las labores propias del lunes. Está el domingo para reponerse. Los gorros y las serpentinas han sido reemplazados por tragos, donde la piscola es la reina indiscutible. Lógicamente, la concurrencia de amigos de ambos sexos hace que la fiesta tenga la peculiaridad de posibles "joteos".
Al llegar a los treinta una gran mayoría ya está casado y tiene hijos chicos. Lo normal es que se invite al hogar propio a hermanos y amigos para tener un encuentro que será pródigo en comida y bebestibles. La calidad de ambas cosas dependerá de las finanzas. Los padres normalmente "pasan" a saludar en la tarde a fin de no transformarse en un posible estorbo. Normalmente la dificultad mayor durante el ágape la aportan los niños que están chicos y en la noche despiertan, lo que interrumpe un tanto la dinámica del grupo. La retirada es tarde y los dueños de casa se van a la cama de madrugada después de haber ordenado algo la casa, con la amenaza viva que los angelitos que trajeron al mundo comiencen su actividad a una hora temprana.
Llegar a ser cuarentón da un estatus especial. Como que se está feliz por haber pasado una decena más de años. Hombres y mujeres se creen el cuento que son "interesantes" y que se pueden pasear por la calle con mayor aplomo que el resto. En algunos casos aparecen algunas canas "huachas" en las sienes, fenómeno que eleva aún más el estatus. Se hace deporte cotidianamente y se cuida la figura. Se repite el estilo de fiesta de los treinta, pero esta vez la comida es más sofisticada y el trago es etiqueta negra. Los niños no molestan, pues duermen tranquilamente. Si las lucas alcanzan, se contrata un ayudante que sirve y luego se encarga de dejar todo limpio. El asunto resulta más entretenido, aunque la política y el deporte llevan a veces a subir el tono. Al momento de la despedida viene el problema de los visitantes para determinar quién maneja. Se trata de evitar las calles donde puede haber señores vestidos de verde que realizan alcoholemia.
Cuando son los cincuenta alguien tiene al mal gusto de decir en la fiesta respectiva, la que incluso es mejor que la de los cuarenta, que se cumple medio siglo. La acotación pega fuerte. Los hijos están ya grandes y abren entre ellos la discusión de qué regalarle al papá o mamá. Alguno sugiere para el primero una corbata de seda, lo que desata la oposición de la mayoría por tratarse de una "prenda pasada de moda". La pareja se autorregala un viaje, el que será al sur, a Brasil o a Europa, dependiendo del saldo de la cuenta corriente. Se está en la plenitud de la vida. La NASA ha señalado que el mejor momento del hombre está entre los 45 y los 55 años. Tiene habilidad mental, experiencia y capacidad intacta para aprender.
Los sesenta se presentan algo negro. Las mujeres saben que a los 62 y los hombres a los 65 se les aparecerá el monstruo de la jubilación. Digo monstruo porque con las pensiones existentes en Chile el futuro puede llegar a ser gris. Ha llegado una cantidad importante de nietos, con los cuales se tiene la posibilidad de malcriar, pues la responsabilidad de educarlos pertenece a sus padres. La salud a veces presenta sus primeras fallas, por lo que hay que hacer algunas visitas al médico, lo que antes estaba fuera de programa. El trato entre la pareja adquiere la cariñosa nominación de "viejo" y "vieja". Es la década en que las platas pasan a ser más sustantivas que antes.
Los setenta son como mi primer Fiat 600 viejo. En un momento no tenía fuerza, por lo que había que llevarlo al garaje porque había perdido "el punto". Dos meses después vuelta al mismo lugar, pues ahora andaba mal el alternador. En los tres meses posteriores hay que revisar los frenos, el carburador y el distribuidor. Ahora, esos mecánicos especializados son reemplazados por el cardiólogo, el otorrino, el gastroenterólogo y otros maestros vestidos esta vez de blanco. Pasa ser habitual la pérdida de las llaves o el celular, aparato por lo demás que representa un desafío no siempre controlable. Adicionalmente, comienza a ser más habitual el triste paseo que lamentablemente no es evitable: tener que acompañar a amigos queridos a su último domicilio. Un nieto medio filósofo acota "Tata, así es la vida". Lo peor es que es verdad. En la vida cotidiana se ha pasado a formar parte de la tercera edad, lo que no se sabe si es un insulto o una discriminación.
De los 80 es mejor no hablar. Quedan pocos amigos con quien conversar. Los nietos se reciben en la universidad y algunos amenazan con bisnietos. El insulto de la sociedad aumenta, pues ahora se pasa a ser miembro de la recién creada "cuarta edad". Las visitas a los mecánicos de blanco y a "sus talleres" son constantes, por lo que no se sabe si se habita en la casa o en la clínica. Los diálogos con la pareja pasan a ser de sordos, no por mala onda, sino porque no se escuchan. El ochentón se despreocupa del cementerio, pues ha cavilado que ese no será su problema. Se añora intelectualmente a Sofía Loren y a Marilyn Monroe. La "vieja" acota que Clark Gable es incomparable.
Ah... Se me olvidaba... Hoy, 3 de septiembre, estoy de cumpleaños. Tengo la esperanza que ninguno de mis lectores habituales tenga el mal gusto de consultarme sobre cuántos son.