RELOJ DE ARENA Temas que cruzan tres siglos
Al borde de los dos siglos de existencia de este Diario es ineludible rescatar dos libros publicados con ocasión de sus primeros cien años. Los propietarios de El Mercurio de Valparaíso convocaron a un concurso sobre la historia y trayectoria del periódico, cuya primera edición salió a la calle el 12 de septiembre de 1827, cuando la ciudad y la patria misma recién estaban naciendo.
Ganador del concurso fue la obra "Historia de El Mercurio", de José Peláez y Tapia. También postuló "Valparaíso en 1827", del infatigable investigador porteño Roberto Hernández Cornejo.
Peláez concentra su trabajo en el Diario mismo, sus propietarios, la empresa, el desarrollo tecnológico y las vicisitudes de la publicación a través de cien años en los cuales las tensiones políticas y las amenazas estuvieron presentes, lo que suele ser parte de la existencia de cualquier medio de comunicación.
Por su parte, Hernández nos introduce en el contexto en que nace el diario, con lo cual libro constituye un aporte de la historia porteña y también al desarrollo del periodismo. Este autor, que fuera subdirector de la Biblioteca Severín y redactor del diario La Unión, también dirigió la edición porteña de "El Chileno", publicación de línea popular en sus tiempos de gran circulación.
Peláez, por su parte, conocía El Mercurio porteño desde adentro, pues formaba parte del equipo de redacción del diario desde 1910.
Entre ambas publicaciones aparecen diferencias y hasta polémicas, lo que no resta al valor documental del contenido su aporte a la historia de la ciudad, del país y del periodismo.
El periodismo chileno es lógico hijo del Chile independiente y su nacimiento se concreta con la publicación de "La Aurora de Chile" en 1812, que alcanza 58 ediciones hasta 1813. Fue una publicación oficial impresa en Santiago.
Desde esa fecha y hasta 1827 aparecieron en el país numerosas publicaciones, la mayoría de corta vida y reflejo de posiciones políticas a veces personales. La mayoría salía en Santiago, reflejando en sus títulos los primeros tiempos de la República.
La primera publicación porteña es "El boletín del Ejército Unido", que aparece en 1820 y alcanza a mantener 139 publicaciones. En 1826 sale a la calle "El Telégrafo Mercantil y Político", que se mantiene en esta ciudad hasta 1857. El 12 de septiembre de 1827 aparece "El Mercurio de Valparaíso", vigente hasta la fecha. Ese mismo año tenemos "El Observador de Valparaíso", de breve existencia, y también "El Verdadero Liberal", editado hasta 1829.
La creación de estas publicaciones corresponde tanto a inquietudes políticas como a las necesidades de información del movimiento del puerto, de las mercaderías transportadas y de la llegada de naves.
El desarrollo comercial se refleja en la cantidad de naves que ingresa al puerto en 1827, con 294 veleros con un desplazamiento que sumaba 48.788 toneladas, aumento en relación años anteriores. Está también el desarrollo de los almacenes fiscales que gatillaron la llegada y despacho de mercaderías, lo que generaba un incipiente movimiento a la actividad económica local y nacional. Eran locales de tránsito de productos importados que podían ser reexportados a terceros países. Esto bajo el control de la Aduana, lo que se prestaba para fraudes descubiertos y castigados.
A partir de 1825 tenemos que el pequeño poblado anota la edificación de 200 casas, algunas de hasta cuatro pisos. Hay 32 casas comerciales mayoristas, operadas por extranjeros, y también numeroso comercio minorista y además locales de esparcimiento. Pero el gran motor del crecimiento de la ciudad es la actividad marítima.
El científico alemán Eduardo Federico Poepping recorre toda la zona de Valparaíso, pero su impresión de la incipiente ciudad es desfavorable, "con sus calles estrechas y sucias, sus pobres edificios y sus alrededores desiertos", escribe Hernández.
La ciudad el año 1822 tenía unos 15 mil habitantes, estimación de María Graham, quien fue residente del barrio Almendral.
La seguridad
En medio de problemas y emprendimientos, con destinos variables, el gran problema de Valparaíso, su entorno y sus vías de comunicación era la seguridad. En los caminos mandaban los bandidos, los que amenazaban a viajeros y se apoderaban de las mercaderías.
La autoridad reaccionó con energía, pero la delincuencia no se entregaba. No se dudó en usar fuerzas militares y en aplicar la pena de muerte. A ello se sumaba el presidio ambulante de los criminales encerrados en carros enrejados, que eran conducidos hasta lugares donde eran obligados a trabajar en obras públicas. El sistema, lógico en el concepto, no funcionaba bien, como tampoco la colonia penal de Juan Fernández.
En 1822, tras incursiones de bandoleros en la ruta Valparaíso - Santiago, que especialmente aprovechaban las dificultades del recorrido por las cuestas Lo Prado y Zapata, el Gobierno no dudo en despachar fuerzas militares para terminar con los asaltantes. La represión fue sin contemplaciones, con numerosos fusilamientos. Muchos de los asaltantes se refugiaban en las inaccesibles serranías de Colliguay, donde habían llegado restos de fuerzas realistas.
Pero el caso criminal más complejo ocurrió en 1832, cuando recala en Valparaíso la ballenera "Catalina". Fracaso total en la caza, daños en la nave y descontento en la tripulación por falta del pago prometido. El capitán Enrique Paddock pide un préstamo a la casa Alsop. Negativa. Furioso el marino, da muerte con una navaja a dos empleados de la casa. Huye en dirección a su nave y al paso asesina a José Joaquín Larraín y deja dos heridos. En el muelle mismo mata a un jornalero y deja otros heridos. Capturado es sometido a juicio. Informan dos médicos, uno de los cuales opina que Paddock estaba loco, disminuyendo así su responsabilidad. Pese a ello, se le condena a muerte, resistiendo hasta presiones de representantes de Estados Unidos. Tras la decisión judicial estaba Diego Portales, quien estimaba indispensable cumplir con la pena capital como medida ejemplerizadora que demostrara a la vez la tan actual "igualdad ante la ley". Paddock es finalmente ahorcado y su cuerpo colgado a la vista de todos bajo una grúa en los recintos portuarios.
Comunicaciones
Las comunicaciones del puerto con la capital eran un tema importante para la economía nacional y hasta internacional. Diariamente circulaba un primitivo coche entre ambas ciudades, llevando unos pocos viajeros y correspondencia. En condiciones de tiempo normal, un audaz jinete oficiaba de correo hasta Mendoza.
La mantención de la ruta Valparaíso - Santiago fue preocupación fundamental del visionario gobernador Ambrosio O'Higgins, padre de Bernardo. Este, a su vez, como Director Supremo se ocupó de un tema de permanente actualidad: el puerto. Escribe:
- "La importancia de mejorar el puerto de mar de la capital -el viejo concepto- ocupó mi particular atención… No perdí oportunidad de consultar marinos experimentados acerca de los medios más aparentes y económicos para establecer una protección contra los formidables nortes". Pensó O'Higgins en utilizar como mano de obra a los prisioneros españoles de las batallas de Chacabuco y Maipú. Decididamente, don Bernardo tenía hace dos siglos la visión oceánica reflejada también en el dominio de Magallanes y precisamente en Valparaíso.
Y la primera edición de este Diario se ocupa de una materia presente en este 2024, la salud. El hospital consigna 47 internados. El reumatismo prima en los hombres, 17 casos, y el "mal venéreo" en las mujeres, con 10 afectadas. ¿Listas de espera? No se detallan, pero sin duda existían y se reflejan en 16 fallecimientos que publica el mismo ejemplar inicial.
Temas que traspasan el tiempo y se mantienen con nuevas formas y con anuncios de solución. En fin, nada nuevo bajo el sol.