LOS MARTES DE DON DEMETRIO El chino Fujimori (I)
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
El reciente fallecimiento del expresidente del Perú Alberto Fujimori, acerca del cual se ha escrito bastante en estos últimos días, da motivo para detenerse sumariamente en su casi novelesca y tortuosa trayectoria política, la que dejó profundas marcas en la historia del Perú. He seguido muy de cerca lo que acaece en el vecino del norte desde 1976, cuando fui destinado como diplomático a la Embajada de Chile en ese país y en tal calidad me correspondió quedar a cargo de aquella por más de dos años, desde el 20 de enero de 1979, cuando injustamente fue expulsado del Perú como persona non grata el embajador de Chile, el distinguido hombre público chileno don Francisco Bulnes Sanfuentes. Ese año, 1979, fue el más tenso de las relaciones bilaterales durante el siglo XX, pues a lo anterior hay que agregar la conmemoración del centenario de la Guerra del Pacífico y la circunstancia de que el país estuvo a punto de entrar en un conflicto bélico con Argentina, por lo que hiciera o no hiciera el gobierno del Perú era fundamental. Cabe destacar como nota al margen que hubo un instante en que oficialmente el gobierno de Buenos Aires le pidió al de Lima que en conjunto ambos países le declararan la guerra a Chile, proposición que fue rechazada desde Palacio Pizarro. El lector que desee mayores detalles al respecto los encontrará en mi libro "Confidencias Limeñas".
Con consecuencia de aquel interés en la vida política del país de los incas, a fines de 1989 llamé por teléfono a un gran amigo limeño conocedor de la política local para preguntarle cómo veía la elección presidencial que se llevaría a cabo en los próximos meses para suceder el desastroso gobierno del aprista Alan García. Los antecedentes públicos y las noticias que recibía desde Lima señalaban el triunfo seguro de Mario Vargas Llosa, quien en esos momentos estaba todavía muy lejos del Premio Nobel. El prolífico escritor había saltado a la vida pública de una manera absolutamente impensada. En efecto, en 1987 el presidente García, siguiendo su política de dar al estado mayores poderes en el manejo del país, había presentado un proyecto de ley destinado a nacionalizar la banca, lo que produjo una reacción nacional muy fuerte en su contra. Para demostrar su descontento, diversos grupos sociales y políticos llamaron a una gran concentración pública en el centro de Lima para el 22 de agosto de 1987, a la que concurrieron miles de personas, transformando dicho evento en el más populoso en la historia del Perú. En aquel mitin, repito, que resultó ser el más grande en la historia del país por la cantidad de asistentes, el único orador fue el escritor Mario Vargas Llosa, que ya gozaba de gran renombre entre los peruanos. Ese discurso lanzó al autor de "Confesiones en la Catedral" a un lugar de privilegio en la política del Perú, transformándose de inmediato en candidato presidencial para las elecciones de 1990. Esa responsabilidad era absolutamente ajena al quehacer del escritor, por lo que debió sufrir grandes transformaciones en su vida, las que están muy bien descritas en su libro "El Pez en el Agua", publicado en 1993. La mayor dificultad consistía en tener que enfrentar una campaña electoral que duraría más de dos años, lo que constituye un serio inconveniente para un candidato en cualquier lugar el mundo, y para sus seguidores.
El llamado a mi amigo antes mencionado tenía por objeto saber cómo iba la campaña presidencial, ya que en el Perú es bastante común que la elección presidencial se decida en los últimos cuatro meses previos a los comicios. Tenía y tengo todavía en la mente mi experiencia personal de la elección de 1980. Cuatro meses antes de los comicios las encuestas daban por ganador por un margen estrecho al candidato del Apra, Armando Villanueva, sobre Fernando Belaúnde. Realizada la elección, el candidato de Acción Popular ganó al aprista en primera vuelta con mayoría absoluta. En esta ocasión, me señaló mi amigo al inicio del diálogo, Vargas Llosa aparecía en las encuestas ganando fácil, pero que en las últimas semanas había empezado a destacarse la postulación de un ingeniero de apellido Fujimori, la que estaba calando fuerte y que, como se diría en la hípica, arremetía desde atrás en los últimos cien metros antes de la meta. Consulté sobre quién era este ingeniero, a lo que me respondió que era el rector de la Universidad Agraria de La Molina (sita cerca de Lima) quien estaba llevando a cabo una campaña basada fundamentalmente en un populismo cuya idea final era sacar al país de la crisis total en que se encontraba con la administración del aprista presidente Alan García. En efecto, la inflación había llegado al récord mundial de 2.775% al año y la corrupción se había introducido en todos los organismos del Estado. El ingeniero en mención, me agregó, ha creado un movimiento político denominado "Cambio 90", que promete frenar la inflación de un modo no doloroso para las capas más pobres de la sociedad y terminar de inmediato con la corrupción, contraponiéndose así a los postulados de Vargas Llosa que se basaban en la liberación de la economía, el término de la influencia del estado en los sectores productivos y la creación de una economía abierta al mundo, similar a la que estaba llevando a cabo Chile, la que estaba dando muy buenos resultados. Estas políticas, además, incluían una fuerte ofensiva contra el movimiento guerrillero Sendero Luminoso, el que se había transformado en una fuerza militar que producía grandes daños al país. No sólo tenía enfrentamientos a gran escala con el Ejército en la zona de Ayacucho, al norte del país -los que habían significado una cantidad importante de bajas de soldados-, sino que también se había extendido a Lima produciendo destrozos, apagones diarios, cortes habituales de agua potable y otras acciones terroristas que tenían a todo el país convulsionado. Las proposiciones de Vargas Llosa eran predicadas por su autor sin freno y sin esconder nada, lo que en un comentario privado llevó al expresidente Fernando Belaúnde a decir: "Mario debe aprender que en política hay cosas que se hacen pero que no se dicen".
Terminada la conversación de marras, me quedó dando vueltas en la cabeza el nombre del ingeniero Fujimori, pero con la idea de que el escritor ganaría de todos modos por un margen importante los comicios por venir.
Efectuada la elección ganó Mario Vargas Llosa, pero con una mayoría que no alcanzó la absoluta, por lo cual debería llevarse a cabo una segunda vuelta. La segunda mayoría había sido alcanzada por el ingeniero Fujimori, a quien todos llamaban "el chino", pese a que su origen era absolutamente japonés. Sus padres habían nacido en Japón y habían inscrito a su hijo Alberto tan pronto como nació en los registros nipones, por lo cual, de pleno derecho, este tendría las dos nacionalidades: la peruana y la japonesa. Ahora, esto de motejarlo como chino no resultaba extraño, pues en toda América Latina a las personas con rasgos faciales orientales se le asigna el genérico apelativo de "chino". Chile no es la excepción.
En el tiempo que medió entre la primera y la segunda vuelta, Fujimori desarrolló una intensa y popular campaña contra el escritor, catalogándolo como un derechista que solo pretendía usar el poder en beneficio de los más ricos. Los avisos que se pasaban por la televisión eran realmente para asustar a cualquiera. Entre otros, había uno en que aparecía una gran águila negra volando sobre los pueblos jóvenes (en Chile se le llamó poblaciones callampas) que se lanzaba en picada contra aquellos, llevándose entre sus garras una cantidad importante de hombres, mujeres y niños pobres, para concluir que aquella era Vargas Llosa. En esta campaña contra el escritor se juntaron el gobierno de Alan García, los partidos de la izquierda y de centro, especialmente el Apra, y las Fuerzas Armadas, las que proveían al "chino" de información reservada y confidencial sobre aspectos de la vida de Vargas Llosa que podían dar origen a spots televisivos como el mencionado. En otras palabras, ese conjunto de organizaciones conformó una especie de asociación nacional contra Vargas. El Ejército del Perú tenía una especial enemistad con aquel por el libro "La Ciudad de los Perros", que daba cuenta novelada de cómo era la vida en el colegio militar Leoncio Prado, del cual el escritor era exalumno. La institución educacional mencionada no quedaba muy bien parada. Ese libro se había publicado en 1963 y había sido un éxito de librerías. Tampoco le perdonaba la novela titulada "Pantaleón y las visitadoras", publicada en 1973, la que también fue un éxito de librerías. Allí se relata la historia de un oficial del Ejército peruano encargado de la organización de una sección de prostitutas que "atendía" a los diferentes cuarteles que aquel mantenía en la selva amazónica. Era lógicamente una ficción, pero resultó tener tanto éxito que incluso se llevó al teatro. En lo personal, debo confesar que cuando lo leí me reí de buena gana, especialmente cuando la regenta del grupo tuvo que llevar a cabo un vuelo rasante sobre las aguas del Amazonas abordo de un viejo hidroavión Catalina.
Todo lo indicado dio como resultado de la segunda vuelta que el ganador fuera el ciudadano Alberto Fujimori Inomoto, con el 62,32% de los votos, dándose así origen al primer ingreso del "chino" al Palacio de Pizarro. Iniciaría una administración en la que no contaba con mayoría en el Congreso. Desde un comienzo dejó a un lado todo lo que había prometido durante la campaña e intentó aplicar una política que fundamentalmente consistía en adoptar la mayoría de las medidas que había predicado durante la campaña su oponente. Más adelante veremos las circunstancias y las consecuencias que tuvo este actuar del peruano-japonés.