LA PELOTA NO SE MANCHA Money, money, money
POR WINSTON POR WINSTON
No sé si será por la influencia de la canción de The Ramblers, pero no hablo de política. Sin embargo, la candidata a la presidencia Evelyn Matthei, a propósito del estratosférico sueldo de la postulante a la alcaldía de Las Condes, Marcela Cubillos, dejó la pelota boteando.
El punto de Matthei era que nadie se espanta o tiene dudas cuando un futbolista gana 100 millones de pesos al año. El sindicato respondió presuroso y enfadado a través de un comunicado -la última moda- justificando que los sueldos son el resultado del esfuerzo, familiar y propio, y que estos no provienen del Estado.
Y es que no hay nada que moleste más a los futbolistas chilenos que se exponga su salario y lo que estipulan sus contratos (su mundo ideal es uno en que los hinchas crean que juega por amor a la camiseta).
Es curioso, pero en Estados Unidos, los salarios de los deportistas son conocidos por todos, como también los de muchas instituciones. Nadie se avergüenza porque considera que si le pagan determinada cantidad es porque los valen y se lo merecen debido a su esfuerzo y lo que producen.
En estas latitudes el asunto es distinto. Un amigo historiador veía aquí a las raíces hispanas que nos precedieron y a las anglosajonas que anduvieron por el norte. Mientras que para los católicos siempre ha sido mal gusto hablar de dinero, para algunos calvinistas, la prosperidad económica es una señal de Dios a su favor. Es, además, el sueño americano del "hombre que se ha hecho a sí mismo" (a self-made man). Y, a continuación, daba un ejemplo: No deja de ser interesante que cuando alguien gana un torneo en Estados Unidos, la copa siempre va acompañada de un gran cheque que se luce y se fotografía, sin vergüenza alguna.
Todo lo contrario en Chile. Es más, cuando las cosas van mal entre dirigentes y jugadores, se filtran los sueldos y ahí la relación se quiebra para siempre. Pasó hace poco cuando el dueño de Wanderers, Reinaldo Sánchez, expuso al entrenador y su cuerpo técnico y contó que ganaban 30 millones. En esa entrevista, se sepultó el sueño de regresar a primera este año.
Más allá de estas consideraciones históricas, religiosas y culturales, lo cierto es que un futbolista gana según lo que produce dentro y fuera de la cancha, y de acuerdo con lo especial de sus habilidades. Piense en el sueldo de Messi y todo lo que ha generado en Barcelona, París y ahora Miami. Él no sólo es capaz de hacer goles y ganar campeonatos, lo hace de un modo que nadie más lo puede imitar o reemplazar. Sólo así se explica que cada hora que transcurre al día Messi gane dos millones de pesos.
Y aunque los deportistas gringos puedan tener razón en que cada peso se justifica por lo que producen, también la poseen los futbolistas chilenos al ocultar sus remuneraciones considerando que la mayoría ha salido y forma parte de entornos vulnerables. Marcelo Bielsa lo explicó cuando estuvo en Chile: su sueldo era ofensivo para mucha gente (1,5 millones de dólares por año).
Esa es la cuota de pudor que se echa de menos en la discusión de Cubillos y la soberbia que ha mostrado, no solo porque el resto de sus colegas -con tanto o más mérito- no ganan lo mismo, sino también por los miles de chilenos que se desvelan imaginando qué harían con 17 millones a fin de cada mes.