LOS MARTES DE DON DEMETRIO El Chino Fujimori (2)
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Cuando Alberto Fujimori gana las elecciones presidenciales en junio de 1990 y entra por primera vez al Palacio Pizarro el 28 de julio de ese año, el Perú se encontraba en una situación realmente caótica. Como se ha indicado antes, la inflación había alcanzado en 1989 un 2.775% y en 1990 -producto del empuje que traía y las nuevas medidas implementadas en los últimos cinco meses de ese año- logró el récord de 7.650%. Ya el cierre de 1988 había demostrado que el país poseía reservas negativas. Como las cifras no mienten, no es necesario dar otro argumento que en 1991 la inflación había retrocedido a un 139% y continuó decayendo en forma ostensible en los años siguientes. Al poco tiempo era de alrededor del 5% anual y el crecimiento anual de la economía se elevó en poco tiempo a casi dos cifras.
¿Qué había pasado? A la anarquía económica dejada como herencia por García, el nuevo presidente apenas tomó el gobierno empezó a adoptar resoluciones que habían sido proclamadas por su contrincante Mario Vargas Llosa, olvidándose de las populistas con que había ganado los comicios. Tenía que bajar el déficit fiscal que alcanzaba al 9% del PIB en 1989. En pocos meses cayó a un 5% del PIB. Para ello, entre otras medidas, puso fin al control cambiario, estableció la independencia del Banco Central, terminó con el control de precios, dando lugar a la libre competencia, abrió la economía a los privados, subió en 3.000% el precio de los combustibles e incrementó los precios de las tarifas públicas (agua, teléfonos, electricidad y otras) en 1.000%. Para ponerlo en término chilenos de hoy, de un día para otro incrementó el litro de bencina de $ 1.400 a $ 42.000 y las cuentas de los servicios se multiplicaron por 10. Todo eso pese a la oposición del Congreso donde era franca minoría.
Adicionalmente, en el Parlamento encontraba el rechazo a la agresiva política contra Sendero Luminoso, un movimiento revolucionario de tendencia maoísta que se había transformado en el más poderoso del continente. Este grupo tenía como "gurú" a un profesor llamado Abimael Guzmán, cuya caza fue la mayor preocupación del gobierno durante años. Después de mucho tiempo lo aprehendieron, lo juzgaron y lo condenaron a presidio perpetuo, poniéndolo en una jaula de animales en una dependencia militar vestido con un "uniforme" tradicional de preso, rayas paralelas blancas con negras. Reitero lo dicho antes, los enfrentamientos entre Sendero Luminoso y el Ejército fueron realmente sangrientos, produciendo durante años innumerables bajas en ambos bandos. Aquellas dificultades con el Parlamento y los deseos de ser un absolutista, lo llevaron a provocar un autogolpe de Estado el 5 de abril de 1992, para lo cual contó con el respaldo de la mayoría del Ejército. Este instituto armado estaba dividido entre respaldar esa drástica resolución o no, pero al final ganó la corriente que estaba a favor.
En esta actitud castrense fue fundamental un hombre de plena confianza del Chino, el abogado y excapitán de Ejército Vladimiro Montesinos, quien con los años se transformaría en el hombre más cercano al presidente, el más corrupto y más poderoso del país después de aquel. Este Vladimiro -que no tenía escrúpulo alguno para organizar secretamente crímenes contra los derechos humanos y ser el ejecutor de las más truculentas componendas políticas -pagaba en dinero contante y sonante a quienes lo ayudaban en sus fechorías. Estas entregas eran grabadas subrepticiamente en lo que con los años se transformaron en los "vladivideos", los que en la práctica fueron los "enterradores" definitivos de Fujimori. Pero para ese "funeral" tendría que pasar mucha agua debajo del Rimac.
La política del gobierno durante los cinco primeros años fue efectiva pero extremadamente populista. Esta era respaldada por los denominados diarios "chichas", pequeños pasquines impresos a todo color, detrás de los cuales estaba el Palacio Pizarro. En aquellos se ensalzaba la figura del presidente, recurriendo a la mentira y al engaño, ignorando cualquiera crítica a su gestión y denostando a los opositores de una forma que no tenía límites. La economía crecía en forma sostenida y el desempleo disminuía ostensiblemente. El sector privado se sentía seguro para invertir y los capitales extranjeros fluían con facilidad, entre ellos varios chilenos.
A todo esto, después del golpe de Estado, Fujimori llamó a un congreso constituyente para redactar una nueva carta magna. Allí sus partidarios consiguieron una amplia mayoría, estableciéndose una constitución que incrementaba los poderes presidenciales. Entre otras cosas, suprimió el Senado, quedando el país con una cámara única, medida que ha sido una de las causales de la debacle política en que cayó el Perú. Se multiplicaron en forma sorprendente los partidos políticos y en el país se produjo una especie de anarquía política de la cual aún no se repone. Cabe recordar que los "iluminados" chilenos que redactaron el primer proyecto de constitución política que se propuso al país, incluían también la estúpida clausura del Senado.
Así, el Perú llegó a las elecciones presidenciales de 1995, en las cuales hubo 14 candidatos. Los principales fueron el propio Fujimori y el ex secretario general de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar. El Chino ganó con mayoría absoluta, con un 64,3% de los votos, y Pérez de Cuéllar consiguió el segundo lugar, con un 21,5%. Así se inició el segundo período del peruano-japonés, quien siguió adelante con su política populista e implementando una economía que crecía y al mismo tiempo bajaba el desempleo. La corrupción del gobierno se incrementaba a la par que la economía.
Por otro lado, el Palacio Pizarro aparecía como sordo al reclamo popular por dar manos libres al grupo militarizado Colina que era monitoreado por Montesinos, el que cometía las más grandes tropelías contrarias a los derechos humanos. El Ejecutivo comenzó a presentarse ante la opinión pública como un ente con un marcado desprecio por los derechos de los ciudadanos. Especial impacto tuvieron el incidente conocido como Barrios Altos, donde dicho comando asesinó a mansalva a 15 personas, incluyendo niños, los que supuestamente eran opositores peligrosos. A su vez, el mismo grupo Colina irrumpió en la Universidad Nacional, conocida como La Cantuta, donde secuestró e hizo desaparecer a nueve estudiantes y un profesor, tachados todos como terroristas.