LA PELOTA NO SE MANCHA Llamada perdida
POR WINSTON POR WINSTON
Ricardo Gareca nació en 1958 en Tapiales, cerca de Buenos Aires, Argentina. Seguramente, cuando lo hizo, solo algunos de sus vecinos debían tener teléfono y, por lo mismo, como sucedía en aquella época, esa persona se transformaba en el recadero del barrio.
Así funcionaban las cosas cuando tener una línea costaba tiempo y dinero. Por esta razón, algunos cobraban por este servicio, ya sea por recibir llamadas y contactar a los receptores o por arrendar el aparato negro con disco (siempre que se tratara de una llamada local). De ahí que una llamada no fuera cualquier cosa, sino algo que se valoraba.
Antes de la era de los celulares, identificadores de llamadas y mensajes fuera de línea, cada vez que uno llamaba corría el riesgo de hacerlo a un número equivocado, de que la línea estuviera ocupada o de que no contestara nadie, lo que llevaba a escuchar el incesante tu-tu-tu.
La irrupción del celular y sus pantallas inteligentes transformó la forma de comunicarnos: cada vez que alguien nos llama, sabemos de quién se trata (salvo que no esté registrado); o bien, podemos devolver la llamada. Pero, más importante aún, podemos contactarlo más fácilmente a través de WhatsApp. Es sabido que las generaciones actuales no hablan por teléfono, ni siquiera por WhatsApp, sino que prefieren todo por Instagram.
¿Por qué hago referencia a este tema? Porque en la víspera del encuentro contra Brasil, por las clasificatorias al Mundial de 2026, "El Tigre" Gareca confesó que hubo uno de los convocados que no le contestó el teléfono. Aunque todos especulaban que se trataba del bueno de Brereton, quien debió haber visto un número extranjero que comenzaba con +56, o de "El Rey"... de las redes sociales, Arturo Vidal, que quiso hacerse de rogar, finalmente se supo que fue "El Príncipe", Charles Aránguiz.
Antes de crucificarlo, quiero darle el beneficio de la duda: supongamos que Aránguiz no tenía registrado a Gareca y, por eso, cuando vio su teléfono vibrar con un número desconocido, pensó que se trataba de un bullanguero que consiguió su contacto de manera sospechosa; un vendedor de seguros o planes telefónicos; una cooperativa llamando para decirle que el señor Charles Mariano Aránguiz Sandoval tenía un crédito preaprobado; una estafa telefónica desde "Canadá" o, peor aún, una llamada para reservar un sitio en un cementerio con vista al norte.
Siendo honesto, en tiempos de eliminatorias, cuando las cosas marchaban bien, todos los jugadores estaban pegados al teléfono, dispuestos a escuchar sapos y culebras de vendedores y estafadores, con tal de que una de esas llamadas fuese del director técnico de turno. Ahora, en cambio, como decía Maquiavelo: "De los hombres, en general, se puede afirmar esto: son desagradecidos, veleidosos, falsos, cobardes, codiciosos, y en la medida en que te va bien, son tuyos por completo". Pero cuando no… ocurre lo que le pasa a Gareca. La selección se percibe como una peste, símbolo de decadencia y fracaso, un agua que nadie quiere beber.
A pesar de todo este conflicto, no pierdo la esperanza. El jueves Chile enfrentará a Brasil y, aunque parezca paradójico, lo hará en el mejor escenario: cuando nadie espera nada de esta selección, es cuando suele dar sus mejores partidos. En ese caso, no sería mala idea que los futbolistas registraran un nuevo contacto: Ricardo "El Tigre" Gareca.