LOS MARTES DE DON DEMETRIO El Chino Fujimori (3)
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Como se recordará, en los martes anteriores se ha analizado el devenir político de Alberto Fujimori en la Presidencia del Perú y cómo hubo un cambio radical en su programa de gobierno una vez que arribó al Palacio de Pizarro, haciendo suyo lo planteado en la campaña por su oponente, Mario Vargas Llosa. Ello significó una transformación radical de la economía del país, pero, al mismo tiempo, el establecimiento de un régimen autoritario, que por medio de un autogolpe estableció una nueva Constitución y desarrolló una política ajena al respeto a los derechos humanos.
Pues bien, para proseguir hay que considerar un hecho que fue determinante en el futuro del gobierno. En efecto, el 17 de diciembre de 1996 se produjo un suceso trascendental que se constituyó en noticia mundial y que dio nuevo oxígeno a Fujimori. Un grupo armado del Movimiento Tupac Amaru se introdujo subrepticiamente en la Embajada del Japón en Lima, donde se llevaba a cabo una gran recepción diplomática con más de 700 invitados, a los que tomó como prisioneros. Posteriormente, dejaron libre a la gran mayoría, entre los cuales se contaba la madre de Fujimori. Retienen a alrededor de 150, personajes de importancia política en el Perú y diplomáticos extranjeros, todos los cuales son confinados al segundo piso de la casa. Fujimori públicamente establece una especie de negociación con los terroristas, incluyendo la participación del arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, pero al mismo tiempo monta lo que se llamó la Operación Chavín de Huantar. Esta consistía en construir desde la vereda del frente de la embajada, para lo cual se adquirió especialmente una casa, un túnel que llegara al centro mismo del edificio nipón. El 22 de abril de 1997 llevan en forma exitosa a cabo esa operación cuidadosamente planificada, muriendo la mayoría de los secuestradores y los pocos que quedaron vivos fueron muertos ahí mismo por las tropas que se habían preparado con antelación. En el mundo se consideró una operación similar a la de Entebe, Uganda, cuando el 4 de julio de 1976, comandos israelitas aterrizaron secretamente en esa ciudad y recuperaron en una operación nocturna impecable a todos los rehenes judíos que estaban detenidos en el aeropuerto de esa ciudad. En el rescate peruano fallecen dos militares, entre ellos el jefe de las fuerzas. En Entebe muere sólo un comando, el jefe de la misión, quien dicho sea de paso era el hermano mayor del actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. Esta operación peruana fue públicamente aprobada y aplaudida por las autoridades niponas. Fujimori pasó a ser un héroe. Ello hizo que el primer ministro de la época, Hashimoto, volara de inmediato a Lima para presentar sus agradecimientos al peruano-japonés. Años después, siendo embajador en Tokio, una persona que había sido muy cercana al entonces primer ministro me confesó que la única vez en que lo vio nervioso fue por la operación Chavín de Huantar. Puedo afirmar con conocimiento de causa que el Chino tenía grandes amigos del más alto nivel en Tokio y que pudo permanecer cómodamente allí todo el tiempo que hubiera querido, pero el bicho del poder fue más poderoso.
Pero junto con lo anterior, en Lima el gobierno continuaba con sus acciones contra los derechos humanos, desarrollando operaciones de muerte y desaparición de sus opositores. Asimismo, cada vez eran más conocidos los casos de corrupción. Con ese cuadro, el Perú celebró elecciones presidenciales el año 2000, cuando Fujimori ganó a Alejandro Toledo, pero sin alcanzar la mayoría absoluta, por lo que debía celebrarse una segunda vuelta. En esta última, de acuerdo a lo cómputos oficiales, Fujimori ganaba por amplio margen a su contendor en unos comicios que fueron catalogados como fraudulentos por amplios sectores peruanos, lo que fue ratificado como tal por una comisión especial de la OEA. Pese a todo, Fujimori asume un tercer período, respecto del cual hubo incluso serias dudas constitucionales. Al poco tiempo estallan públicamente los ya mencionados "vladivideos", lo que provoca una gran conmoción nacional, ambiente en el que al Presidente se le hace imposible gobernar. En esas condiciones viaja el 30 de noviembre a la cita de jefes de Estado de APEC que se lleva a efecto en Brunéi. Desde allí renuncia a la Presidencia por medio de un fax dirigido al Congreso y en vez de volver al Perú se dirige a Japón, donde, como dije, tenía grandes amigos de destacado prestigio. Siendo embajador en Tokio traté varias veces a través de peruanos que eran sus conocidos de entrevistarme con él, pero siempre se negó.
Pero la política es una enfermedad que no se cura. Desde Japón, pausadamente, trató de hacer el camino que lo llevara de regreso al Perú para intentar nuevamente ser Presidente. Ello significaba conseguir la neutralización de las diferentes demandas habidas en su contra y pensó que para concretar sus planes debía acercarse a Lima y es ahí donde llega como asilado a Chile, pensando que las buenas relaciones que tuvo con Santiago durante sus gobiernos le darían una garantía de permanencia. En Chile encontró buenos amigos, pero el gobierno de Lima pidió oficialmente al de Santiago la extradición del expresidente, la que siguiendo los trámites legales estipulados para el efecto, fue concedida.
Llegado a Lima es enjuiciado y condenado a varios años de prisión por diferentes delitos, por lo que debe ingresar a la cárcel a cumplir largas condenas.
Allí, con los años hubo intentos de una amnistía, los que no funcionaron. Luego, estando preso le sobrevino un largo cáncer, fruto del cual falleció, permitiéndosele abandonar la prisión y morir en casa de su hija Keiko, quien en la ausencia política del padre había sido tres veces candidata a la Presidencia del Perú.
Existen pocas dudas para sostener que ella pretenderá un cuarto intento inspirada quizás en el chileno Salvador Allende, para quien la cuarta fue la vencida.