LA TRIBUNA DEL LECTOR La pobreza, siempre presente
POR RAÚL PERRY, GERENTE DE PROGRAMAS DE FUNDACIÓN SAN CARLOS DE MAIPO
El 17 de octubre se conmemora el Día Mundial por la Erradicación de la Pobreza. En 1987, 100 mil personas se juntaron en París para rendir homenaje a las víctimas del hambre, la pobreza y la violencia. La pobreza nos interpela como un desafío civilizatorio: "Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos", nos decía Marin Luther King Jr.
Si hemos avanzado tanto en la técnica, ¿por qué seguimos teniendo el drama de que existan 700 millones de personas en el mundo que viven con menos de US$2,15 al día? Hoy ya no sólo tenemos máquinas que imprimen libros, existen inteligencias artificiales que los leen por nosotros. Y aun así, en este mundo hiperconectado, tenemos personas que viven en situación de pobreza. De hecho, en Chile, según la Casen 2022, más de 1 millón de personas vive bajo la línea de la pobreza. ¿Por qué?
Quizás la misma ciencia nos indica algunas cosas de las que no nos damos cuenta. De acuerdo con la Encuesta Bicentenario 2023, el 35% de la población de nivel socioeconómico bajo se siente parte de un grupo discriminado o al que le faltan el respeto, en comparación con el 18% de las personas de un grupo socioeconómico alto. No es que nos falte ciencia, es que no consideramos, por alguna razón importante, aplicarla a este problema.
Vemos esto desde otro punto de vista: el premio nobel de economía 2000, James Heckman, publicó sus hallazgos sobre el experimento "Perry", que siguió durante casi 40 años a un conjunto de niños y niñas quienes, durante su primera infancia, recibieron un programa de habilidades socioemocionales y cuyos padres fueron también intervenidos en habilidades de crianza. En 2010 logró determinar que la inversión en primera infancia, como la comentada, puede generar retornos de hasta 10% anual, y que mientras más tarde se invierte en el ciclo vital en NNAs, el retorno es más bajo. Heckman estuvo en Chile en 2009, en la ceremonia inaugural del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, hablando de esos mismos temas. ¿Imaginamos cómo sería nuestro país si desde ese año hubiésemos invertido decididamente en parentalidad y habilidades socioemocionales en primera infancia? ¿Cómo serían nuestros Niños, Niñas y Adolescentes de los segmentos más pobres del país si hace 15 años hubiésemos optado decididamente por ellos y ellas?
La encuesta Bicentenario nos entrega otro dato: en 2013 casi el 40% de la población creía que podíamos avanzar en la reducción de la pobreza en los siguientes 10 años. Diez años más tarde, sólo el 30% tenía la misma creencia. No es un panorama halagüeño. Ya es hora de tomar en serio, desde nuestras políticas públicas, el sufrimiento de quienes no tienen qué comer, cómo vestirse o cómo vivir en paz. Ya no podemos esgrimir nuestra ignorancia ni decir "no sabíamos".
¿Seremos capaces de remirar con responsabilidad lo que nos queda de siglo XXI?
Inmersos en nuestra realidad más local, parece que el tiempo no nos ha dado para reflexionar más allá de la crisis de seguridad. Si tan sólo levantásemos un poquito nuestra vista de los problemas que nos agobian, quizás podríamos darnos cuenta que hay algunos elementos comunes a nuestra crisis que quizás también nos permitan pensar en una solución. Al parecer, los árboles, en llamas, no nos permiten ver el bosque.