Oscurecido por las nubes (la depresión)
Joaquín García-Huidobro
Tú sabes que hay dificultades en la vida y que entre ellas está la enfermedad. Pero cuando piensas en ella te imaginas una hepatitis o un grave accidente en bicicleta que te deja inmovilizado por unas semanas. Pero se trata siempre de adversidades acotadas: sabes qué tienes, y cuánto, más o menos, va a durar. Hay analgésicos que permiten que en una hora el dolor desaparezca o, por lo menos, llegue a límites tolerables.
Sin embargo, hay una enfermedad para la que nunca estarás preparado: la depresión. De repente, no sabes bien qué te pasa ni por qué. Te sientes raro, las cosas que antes te daban gusto te parecen muy poco atractivas. Te dicen "¡ánimo!" y es como si te golpearan. "¿De dónde quieres que saque el ánimo?", te gustaría responder. "¿Crees que se compra en el supermercado?" La mayoría de los comentarios que te hacen te parecen francamente estúpidos.
Estás hipercrítico y piensas que nadie te entiende. Si estás solo, es un infierno; pero tampoco deseas compañía. Quieres olvidarte de todo, borrarte por un tiempo. Lo único que te ayuda es dormir, pero incluso el sueño se te vuelve esquivo, como no recurras a muchos remedios, que nunca son suficientes, porque te han puesto un límite.
Cómo comprendes a Rubén Darío cuando escribía: "Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, / y más la piedra dura, porque ésa ya no siente, / pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, / ni mayor pesadumbre que la vida consciente".
Te pesa la vida. No tienes un motivo para levantarte, ni para estudiar o conversar. Preparar una prueba o ir a una clase te parece más difícil que subir una montaña. Y hay preguntas que no te dejan tranquilo: ¿cuánto durará esta situación?, ¿volveré alguna vez a la normalidad?
¿Qué hacer? Partamos por algo muy básico: si a un niño se le hincha la cara y se le pone redonda tú dices de inmediato que tiene paperas. Si alguien estornuda y debe sonarse a cada rato estará claro que se ha resfriado. La depresión consiste precisamente en lo que decíamos. Estás abatido; te faltan ganas de hacer cosas; eres incapaz de emprender; no puedes gozar de las cosas: la depresión consiste en todo eso.
Si tienes depresión, lo primero es admitirlo y saber que es una cosa gelatinosa, inagarrable, sumamente incómoda. Como si estuvieras rodeado de nubes oscuras y te faltara cualquier proyección hacia el futuro. Para colmo, los antidepresivos se demoran tiempo en hacer efecto.
En este contexto tan desagradable deberás tomar una decisión muy importante: por un tiempo no confiarás en ti mismo. Tal como el coronavirus te bloquea el sentido del gusto, la depresión altera tu juicio sobre la realidad. Sólo de manera muy parcial estás en condiciones de juzgar por ti mismo acerca de qué te conviene y qué cosas son desaconsejables.
Tendrás que tomar una decisión heroica y elegir un par de personas en las que confiarás absolutamente. Normalmente serán tu psiquiatra y tus padres, que son quienes más te conocen. Sin embargo, a veces eso no será posible y deberás recurrir a otra persona. Mientras no te manden hacer algo moralmente malo, te sugiero que confíes en ellos y no en ti cuando debas decidir qué medicinas tomar, cuánto dormir, y qué actividades realizar. ¿Pueden equivocarse? Por supuesto que sí, pero más te equivocarás si las decisiones las empiezas a tomar sobre la base de tu propio criterio que, repito, estará afectado por la enfermedad.
De más está decir que debes abstenerte de hacer estupideces. Te sentirás tentado a pedirle al alcohol que resuelva tus problemas: olvídalo. Es un pésimo aliado. Tampoco ingieras más medicinas de aquellas que te ha permitido el médico. Todas estas conductas sólo agravarán la situación. La depresión es muy dolorosa y tienes que estar dispuesto a sufrir. Sentirás que Dios se halla muy lejos de ti, pero, paradójicamente, para mucha gente un periodo de depresión ha representado el momento en que lo dejaron meterse en sus vidas y cambiarlas para bien, porque una depresión puede, a la larga, ser un muy buen antídoto contra la arrogancia.
¿Y sabes una cosa? En este momento pasan por mi memoria muchos casos de gente que estaba destruida y hoy se encuentra en su condición de siempre. A lo mejor puedes ser una de ellas.