Este martes 5 se realizarán las elecciones en Estados Unidos, el país más poderoso del mundo y cuyos resultados y consecuencias provocarán efectos geopolíticos, económicos y sociales en casi todas las naciones del orbe.

Tras la renuncia a la reelección por parte del actual Presidente, el demócrata Joe Biden, su lugar en la carrera electoral la siguió su vicepresidenta, la abogada Kamala Harris, quien contra viento y marea consiguió encumbrarse en las encuestas para quedar al menos un punto porcentual en intención de voto por sobre el expresidente y carismático candidato republicano, Donald Trump.

La obtención del preciado sillón de la Casa Blanca exige de al menos 270 votos electorales, más de la mitad del total de 538 miembros del Colegio Electoral, órgano que elige al Presidente y a su Vicepresidente. En el caso de Harris, ella optó como compañero de fórmula por el progresista Tim Waltz, en tanto Trump suscribió el apoyo del joven inversionista J.D. Vance, irónicamente alguna vez vocero del movimiento "Never Trump" (Nunca Trump).

Pero no es todo es tan sencillo. Tal como las encuestas, siete estados considerados clave (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin) dan cuenta de una competencia muy cerrada entre ambos, lo que plantea un escenario bastante similar a los reñidos últimos procesos norteamericanos, con el agregado que las encuestas suelen subestimar a Trump, como lo hiciera en estados clave en 2016 y 2020. En esa misma lógica, una serie de polls erró también su lectura sobre el poderío demócrata en las legislativas de 2022.

El futuro del orden mundial dependerá directamente de lo que ocurra este martes, en un escenario de expansión de nacionalismos, la invasión de Rusia a Ucrania que está a menos de cuatro meses de cumplir los tres años de duración, el recrudecimiento del conflicto palestino-israelí y su ampliación a gran parte de Medio Oriente (la amenaza iraní), las diferencias económicas y políticas entre EE.UU. y China, con prontas elecciones en Taiwán, diversos golpes de Estado en el Sahel africano, olas migratorias, cambio climático, la crisis del fentanilo y la próxima ralentización económica advertida por el FMI. Entre medio de todo eso está Latinoamérica, región con la cual -según los expertos- Harris sería la más amistosa. Vaya uno a saber.

Estamos ante una oportunidad que se hace presente con más fuerza después del momento electoral vivido la semana pasada. Millones de electores caminamos hasta el lugar señalado para ejercer el deber y el derecho a elegir gobernadores, alcaldes, concejales y consejeros regionales. Se trata de un acto solemne, de un pacto entre uno y la candidata o candidato escogido. Al completar la cruz surge el depósito de confianza. En las horas posteriores de sentimientos diversos están las bases para una reflexión que cada uno podría hacer, tanto íntimamente como con otras personas, acerca de los significados que tiene para la vida democrática, para el vivir en común. Una conversación que no pierda el momento vivido, que no quede como una nebulosa o una convicción racional, que abra la oportunidad de ver las urgencias que nacen o se consolidan.

También aparecen preguntas: cuáles son las motivaciones que explican el voto blanco o nulo premeditadamente decidido. No aquel casual derivado de la complejidad de las cédulas o de las propias dificultades. Sobre los primeros, por auténtica decisión, estimo que podremos disponer de información a través de los estudios de opinión. Allí encontraremos señales que servirán tanto a los candidatos, a los potenciales, a los estudiosos de asuntos políticos y sociales, o información sobre los diversos tipos de desencantos. Esta opción puede contener novedades sobre la marcha y destino de la democracia que nos ampara. ¿Habrá una señal personal sobre la aproximación de la persona a la democracia o al devenir de las conductas de los actores políticos? ¿Habrá una apreciación del ámbito ético, sobre las virtudes o, por el contrario, sobre la percepción de formas diversas de corrupción u otras conductas de quiebre de la fe pública, de daño a la dignidad de la persona, de hipocresía o de rasgos populistas o autoritarios subyacentes? Tal vez haya interrogantes acerca de estilos, o sobre la compleja y determinante confianza y sus fuentes. Imaginemos la bondad que podrían tener los diálogos comunitarios entre diferentes unidos por la buena fe y su amor por el destino de la nación.

En el prólogo del libro "Nexus", recientemente publicado por el prestigioso intelectual Yuval Noah Harari (ed. Debate, 2024), referido a las redes de información, se encuentran algunas afirmaciones que cito brevemente porque estimo son orientadoras para las urgencias del cambio: "… el poder no es sabiduría y, después de cien mil años de descubrimientos, inventos y conquistas, la humanidad se ha visto abocada a una crisis existencial autoinfligida". Si somos tan sabios "¿por qué somos tan autodestructivos?". Podríamos preguntarnos si nuestra política vive una crisis que tiende a la autodestrucción; ¿es solamente la orientación al poder el incentivo movilizador principal? Preguntarnos si el prestigio de Chile, con todas sus debilidades en decenios, se ha deteriorado afectando la cohesión, el honor, la capacidad de progresar. Preguntarnos por los atributos que sostuvieron tal prestigio. Revisar las vidas de los hombres y mujeres que desde la acción política levantaron las bases del progreso y la libertad, que imaginaron las fundaciones de la casa.

A propósito del proyecto de ley para un nuevo Financiamiento Público para la Educación Superior (FES), una de las preocupaciones en torno a este nuevo sistema se relaciona con su financiamiento y, por lo tanto, con su potencial impacto sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas. Básicamente, el proyecto tiene como objetivo permitir que estudiantes que no son beneficiarios de gratuidad cuenten con alternativas para acceder a la educación superior, con lo cual se les financiarán los aranceles, pero con la obligación de retribuir mediante un porcentaje de sus ingresos cuando estén participando en el mercado laboral. Más allá de si esto se trata o no de un impuesto, lo realmente complejo de todo este asunto radica en la dificultad de estimar los recursos que efectivamente recibirá este "fondo revolvente", tal como ha sido denominado por el ministro de Hacienda.

En este contexto, vale la pena recordar la famosa crítica de Robert Lucas (Premio Nobel de Economía 1995), la cual sostiene que, bajo la hipótesis de un comportamiento racional de los individuos, la ocurrencia de cambios de política -como, por ejemplo, el reemplazo del CAE por el FES- llevaría a los agentes a modificar sus comportamientos, a fin de adecuarse a la nueva realidad. En otras palabras, frente a cambios de política, los agentes cambian su comportamiento, así como también, dicho sea de paso, cambiarán los retornos asociados al mercado laboral, es decir, la rentabilidad de la educación.

Este último aspecto es de vital importancia en el contexto actual, en virtud de la revolución que se está viviendo con la irrupción de la inteligencia artificial. Y los efectos que esta tendrá sobre el mercado laboral, sobre la renta de las personas y sobre su empleabilidad están aún por verse. Sin embargo, lo que ya se sabe es que millones de empleos están en peligro de desaparecer con la irrupción de esta nueva tecnología. Todo esto terminará afectando al "fondo revolvente".

Finalmente, y en vista de que el proyecto establece la posibilidad de que las instituciones cobren al décimo decil de manera discrecional, entonces cabe el riesgo de que el arancel a determinar termine siendo muy alto con el objetivo de poder compensar las pérdidas que se producen por la eliminación del copago a los deciles 7 al 9. Esto puede tener implicancias relevantes, toda vez que las familias pertenecientes al décimo decil podrían optar por financiar los estudios de educación superior de sus hijos en instituciones extranjeras que ofrezcan una mayor calidad a un menor precio. Más aún, podría desarrollarse en el mercado un instrumento destinado a financiar precisamente este tipo de proyectos educacionales. Por cierto, esto tendría además como consecuencia una fuga de talento, puesto que existiría una alta probabilidad de que este capital humano formado en el extranjero decida no volver al país.