Carrera docente: asunto pendiente
¿Por qué cada vez menos personas quieren ser profesores? ¿Por qué casi la mitad de los nuevos docentes que ingresan al sistema desertan antes de los primeros 5 años de ejercicio profesional? ¿Qué incentivos requiere el sistema para hacer de la carrera docente una alternativa atractiva, prestigiosa, desafiante y valorada por la sociedad?".
Han pasado dos meses desde que un breve, pero apasionado debate ocupó a algunos expertos en educación, que se manifestaron en la prensa para apoyar o cuestionar el aumento de los requisitos de ingreso a las carreras de pedagogía para 2025. El motivo respondía a la posibilidad de que el gobierno propusiera una postergación de ese incremento, establecido por ley, atendiendo a la sostenida baja de matrículas en las pedagogías y a los alarmantes estudios que hablan de un déficit proyectado de profesores idóneos en el país para la próxima década. Se dice que, para la década 2030, faltarán cerca de 30 mil docentes en el sistema.
El problema es que, con la misma facilidad con la que repentinamente el tema se instaló en el debate público, también desapareció. La iniciativa de postergar el aumento de requisitos no se ha presentado en el congreso, si bien todavía quedan algunas semanas durante las cuales podría hacerlo. El desafío está en que este problema se instale en la agenda pública. Es cierto que se trata de un debate que no enciende tantas pasiones como lo han hecho últimamente otros temas vinculados a educación, como la condonación de la deuda histórica de los profesores o el proyecto FES. No obstante, aun siendo éstos relevantes, no son asuntos que atañan directamente a la calidad de la educación del futuro, como sí lo es el debate sobre el perfil de los profesores del mañana y las oportunidades para desarrollar el talento pedagógico.
En Chile, tenemos poca costumbre de debatir y reflexionar sobre educación en su más profundo sentido. No ese que tiene relación con el sistema de financiamiento o de administración, sino con la realidad del aula, con las experiencias de transformación de los estudiantes, con el potencial de hallar, en este ámbito, respuestas a los problemas valóricos, culturales, sociales, económicos o políticos que aquejan al país. La agenda pública está siempre subsumida en lo urgente por sobre lo importante, pero resulta que el futuro docente es tanto lo uno como lo otro.
Mantener o aumentar los requisitos para ingresar a una carrera de pedagogía no solucionará los problemas de la crisis vocacional docente ni mejorará ipso facto la calidad del profesorado, pero sí ofrece una oportunidad para abordar los temas que subyacen a este debate: ¿por qué cada vez menos personas quieren ser profesores? ¿Por qué casi la mitad de los nuevos docentes que ingresan al sistema desertan antes de los primeros 5 años de ejercicio profesional? ¿Cómo las universidades estamos atrayendo talentos para las pedagogías? ¿Qué incentivos requiere el sistema para hacer de la carrera docente una alternativa no sólo atractiva sino prestigiosa, desafiante para los mejores y valorada por la sociedad? ¿Cómo involucramos a esa misma sociedad en este proceso? Ninguna de estas preguntas tiene respuestas fáciles, pero la única manera de hallarlas consiste en volver a plantearlas, en debatir sobre ello, en hacer ver lo urgente e importante que resultan y en hacerse cargo de su solución, con altura de miras, responsabilidad y compromiso permanente.
Estamos en las últimas semanas del año y nada indica que el proceso de postulación y selección universitaria variará mucho en sus opciones respecto de los años anteriores. Las pedagogías no estarán entre las carreras más cotizadas, pese a lo esenciales que resultan en términos de su valor social y humano.
La falta de interés por estudiar pedagogía no es solo una alerta sobre la vocación, sino una señal de cómo apreciamos, como sociedad, la labor docente. Hace falta un esfuerzo sostenido y concertado desde el Estado -y el gobierno que esté a su cargo-, las universidades, escuelas y la sociedad en su conjunto. Que esta reflexión no se quede en debates fugaces ni en promesas. Cada año que pasa sin una estrategia clara para fortalecer y prestigiar la carrera docente es un año perdido para el futuro de nuestra educación y, con ella, del país. 2
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