LA PELOTA NO SE MANCHA Pinochet, los militares y el fútbol
POR WINSTON POR WINSTON
Peter Dragicevic, ex presidente de Colo Colo, en una reciente entrevista con el periodista Fernando Tapia, reveló detalles de lo que ha sido un mito popular: que gracias al general Augusto Pinochet se terminó de construir el Estadio Monumental, inaugurado en septiembre de 1989.
La historia es increíble porque revela detalles interesantes de cómo se manejaban las cosas en Chile. Dragicevic cuenta que Pinochet, previo al plebiscito quiso apoyar a Colo Colo con el estadio, pero este ya estaba financiado. Ante su insistencia, el presidente del club le pidió al dictador $300 millones para una sede social. Sin embargo, cuando Pinochet llamó al segundo a cargo, éste le respondió que no, que no había plata ni de dónde obtener los recursos, por lo que el general se quedó solo con las ganas de figurar como benefactor del club más popular de Chile.
El hecho confirma lo que he pensado hace tiempo. A los militares chilenos nunca les interesó el fútbol. Mi idea se opone a esa tesis trasnochada que asegura que Colo Colo de 1973 atrasó el Golpe hasta septiembre porque los chilenos estaban más preocupados de la Copa Libertadores que de la profunda crisis que vivía el país. Aunque su gerente, esta hipótesis no tiene más sustento que la voluntad de los colocolinos de sentirse más importantes de lo que realmente son.
Contrario a lo que algunos creen, para lo militares chilenos, el fútbol era cosa de rotos. Muchos de ellos, arribistas por excelencia, sabían que mostrar entusiasmo por este deporte los alejaba de los círculos sociales de los cuales querían ser parte.
Una demostración de mi hipótesis es que durante la dictadura se disputaron tres finales de la Copa Libertadores (con Unión Española en 1975 y otras dos con Cobreloa en 1981 y 1982), y no se ganó ninguna, triunfos que podrían haber sido utilizados como herramienta política.
Estamos hablando de años truchos, donde el campeón se resolvía antes, fuera de la cancha, ya sea "apretando" a los árbitros (asustándolos); "mojándolos" (sobornándolos); o "enamorándolos" (les metían mujeres al hotel, les tomaban fotos y luego los extorsionaban amenazándolos con acusarlos con sus esposas).
Muy diferente era lo que sucedía en Argentina, donde el gusto por el fútbol es transversal socialmente. Los militares trasandinos comprendieron el potencial que tenía este deporte para distraer a la población y, además de organizar el mundial de 1978, se aseguraron de ganar la Copa. Es bastante conocido el "curioso" resultado que obtuvieron contra Perú (6-0). La historia cuenta que el dictador Jorge Rafael Videla habría ido a saludar al vestuario a los del Rimac antes del partido. Gracias a esa presión y otros incentivos, la albiceleste superó por diferencia de goles, a su archirrival Brasil y siguió avanzando hasta levantar la copa.
En Chile, por el contrario, además de perder las finales de la Copa Libertadores, la selección nacional perdió la semifinal siendo local del Mundial Juvenil de 1987. Es más, fue recién en 1991, en los años del retorno a la democracia, que se alcanzó el triunfo futbolístico más importante de nuestro país en el siglo XX: la Copa Libertadores de América obtenida por Colo Colo.
Finalmente, los colocolinos, en su afán de desmarcarse de Pinochet, quien fue nombrado socio honorario del club, no solo han renegado de su participación en la construcción del estadio, sino que además, a partir de un recuerdo de pasillo, han querido asociarlo a Santiago Wanderers. Aunque el general nació en Valparaíso y por ahí podría venir su supuesta filiación al club caturro, no está de más recordar que fue precisamente en los años de dictadura que Wanderers sufrió su primer descenso y, con él, un tránsito hacia sus peores años. Al dictador le gustaba el verde, pero el de los dólares.