LOS MARTES DE DON DEMETRIO Algo más sobre EE.UU. (II)
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
He recibido variadas consultas relacionadas con el artículo del martes pasado, en especial las que tienen que ver con la estructura estatal y no federal de los partidos políticos en Estados Unidos. Pretendo brevemente hacerme cargo de ellas.
En EE.UU. toda la legislación relacionada con los partidos políticos es estatal y no federal, por lo tanto, cada estado tiene normas específicas propias al respecto. Lógicamente, hay padrones comunes en cada uno de los partidos, pero en el país del norte no existen los (a) Undurraga, Squella, Vodanovic, Carmona o Ramírez, como jefes nacionales de un conglomerado partidista. Los republicanos de Míchigan, por ejemplo, no tienen relación política alguna con los republicanos de Ohio. La única oportunidad en que actúan como grupo en un ente nacional es cuando deben concurrir a la gran convención en que cada partido tiene que seleccionar su candidato a la presidencia y a la vicepresidencia de la República. En aquella el actuar de los representantes de un estado no tiene vinculación con la de otro. Esas convenciones se llevan a cabo, en cuanto a la forma de proceder, bajo normas que son obligatorias para todos. Pero nada más. Cada estado, como se indicó, designa los miembros de su delegación a esa cita en un número que esta previamente establecido y que obedece primariamente al tamaño de la población que posee.
Lo anterior no impide que puedan aparecer partidos políticos diferentes a los dos históricos o candidatos a la presidencia que no sean ni republicanos o demócratas. Cada estado, a su vez, establece las normas para ello, por lo que existe posibilidad que aparezca un candidato o movimiento de carácter nacional ajeno al elefante (republicanos) o al burro (demócratas) si es que cubre todos los estados. Tiene que pasar por el trámite de conquistar estado tras estado. Quizás el caso más reciente que desafió a los grandes conglomerados fue el del multimillonario tejano Ross Perot, quien en la elección presidencial de 1992 corrió como candidato independiente y consiguió inscribir su candidatura en todos los estados de la Unión, pero al final no consiguió ni un solo miembro para la convención final de delegados que eligió al presidente. Es decir, no triunfó en estado alguno. Perot fundó su campaña en el obligado balance del presupuesto federal, en un fuerte nacionalismo económico y en la creación de medios adecuados locales para que la ciudadanía se expresara directamente sobre ciertos hechos propios de su comunidad. Era un exmiembro de la Armada que en forma y fondo proponía una acción presidencial de alta autoridad. En esos mismos comicios fue electo Bill Clinton, quien dio una sorpresa al derrotar al presidente en ejercicio George Bush. La opinión generalizada de los medios era que Bush ganaría en forma fácil esa elección después de su triunfo en la guerra contra Irak. Eso llevó a que los más importantes líderes del partido demócrata a no tratar de obtener la nominación presidencial del partido. Ante esa ausencia de los importantes hombres de Washington, apareció un joven gobernador de un estado más bien pequeño, Arkansas, Bill Clinton. En un comienzo nadie le daba mayores posibilidades. La campaña en general se inició basándose en los temas internacionales, donde Bush llevaba una gran ventaja. Hasta que el gobernador pronunció la famosa frase dirigida a uno de sus cercanos "Es la economía, estúpido". Desde ahí el ataque a Bush se dirigió a la momentánea difícil situación económica que vivía el país, pese a que todos los técnicos en economía señalaban que pasaría pronto. El problema fue que no alcanzó a remontar antes de la elección. Bush hasta muy pocos meses antes de los comicios estaba convencido que ganaba sin dificultades y soy testigo que en la visita de Estado que hizo el presidente Aylwin a Washington, el presidente estadounidense en el momento previo a la comida de honor que ofrecía en la Casa Blanca, nos indicó a un pequeño grupo de miembros de la delegación chilena que obtendría la victoria sin dificultades.
La elección de Bill Clinton fue la mejor demostración de aquella sentencia del cientista político americano Eaton, que sostenía que a un americano común y corriente no había que hablarle de algo que estuviera más allá de cien metros de la puerta de su casa. En el caso de marras el hecho de poner énfasis en lo económico que afectaba a todos los trabajadores tuvo mucho mayor trascendencia que los pergaminos de quien en ese instante era el habitante de la Casa Blanca.
Adicionalmente, y para comprender la dinámica partidista de la política americana, es bueno hacer referencia a ciertas ideas que manejaron los cientistas políticos durante años. Se hablaba de la identificación partidaria. Es decir, grupos de personas no inscritas en uno de los dos partidos, pero que tenían una cierta adhesión tácita a cada uno de ellos, la que dependía de varios factores (the party identification). Así se indicaba que los del norte preferían a los demócratas y los del sur a los republicanos; que los de la costa este a los del burro y los de la oeste al elefante; que los trabajadores se inclinaban por el Partido de Truman y los profesionales y quienes tenían altos estudios universitarios lo hacían por el de Lincoln; que los católicos eran preferentemente demócratas, en cambio los protestantes tendían a ser republicanos. Se mencionaban otros indicadores de este tipo. Lógicamente, esas divisiones no eran absolutas, pero se fundaban, como se indicó, en tendencias que quedaban demostradas en cada elección. Pero esa catalogación teórica dejó de tener vigencia cuando se puso fin a la "era demócrata", la que empezó con F.D. Roosevelt y terminó con Lyndon Johnson, para dar paso a un proceso donde hay una especie de alternancia en cada elección. Esa era demócrata fue interrumpida por Dwight Eisenhower (1953-1961). En este caso se dio otra premisa que normalmente se indica en la política estadounidense. El americano medio prefiere elegir a alguien que le hubiera gustado ser a él como persona, pero que no pudo alcanzar por las más diversas razones.
El general Eisenhower era un hombre que en su juventud había practicado deportes, había sido un muy exitoso estudiante en la Academia Militar de West Point, tenía una familia bien conformada, una situación económica más que estable y, sobre todo, era un héroe. Había logrado ganar la Segunda Guerra Mundial. De ahí que si bien no era un militante republicano, los miembros de ese partido le ofrecieron la candidatura sabiendo que un tipo de esas características era imbatible.
En la próxima entrega seguiré analizando el tema. Para ello retomaré lo escrito el martes pasado para terminar ahí con estas ultra sucintas ideas que pretenden dar algunas luces explicativas de lo que ha pasado en Washington hasta el día de hoy.