"Las cautividades de hoy son la drogadicción, la violencia, la pornografía, el abanico es enorme"
Preocupado por el consumo de droga, del que nota un aumento respecto de su destinación de hace 15 años en Valparaíso; también por las escasas vocaciones religiosas, la crisis moral y el clima de polarización que vive el país, en cuya contención a la Iglesia le corresponde un rol educacional y de diálogo, se manifiesta el nuevo obispo auxiliar de la diócesis, monseñor Mario Salas Becerra.
Octavo sacerdote mercedario en recibir la ordenación episcopal en la historia de la Iglesia chilena, el 9 de noviembre pasado, en la Catedral de Valparaíso, monseñor Salas nació el 25 de febrero de 1973 en San Fernando, estudió en el Seminario Mayor de Santiago y también en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y fue ordenado sacerdote el 3 de marzo de 2006.
Fue vicerrector del Colegio San Pedro Nolasco de Quillota entre 2005 y 2007 y posteriormente, entre 2008 y 2010, realizó las mismas funciones en el establecimiento de Valparaíso. Desde 2018 fue miembro del Consejo de Prevención de Abusos de la Conferencia de Religiosos, posteriormente Provincial de la Orden Mercedaria y desde 2021, presidente de la Conferencia de Religiosos, tareas que ejercía hasta ser nombrado obispo auxiliar, un cargo que estaba vacante desde 2015.
A dos semanas de asumir sus nuevas obligaciones, cuenta que ha tenido la oportunidad de estar en distintas comunidades "y siento que la gente está muy contenta con la presencia de un obispo auxiliar, independientemente de quien sea. Es una diócesis bastante extensa y los fieles laicos, por lo que yo he percibido, valoran la presencia del obispo, así que me han acogido muy bien. Estoy recién partiendo y ya he podido recibir el cariño de la gente".
Vocaciones religiosas
- Su ministerio ha estado muy ligado a la promoción de las vocaciones religiosas. ¿Se han recuperado en parte o siguen a la baja?
- He trabajado en el tema vocacional desde que salí del seminario. En Valparaíso, donde estaba el postulantado de nuestra congregación, en 2008, 2010; después como superior de la casa de formación, el seminario, en Santiago. En ese tiempo, en la congregación teníamos cinco o seis vocaciones, hoy tenemos sólo una, y creo que es la realidad de todo el país. Estamos a la baja y hay preocupación evidentemente de parte de la Iglesia, porque para que se forme un sacerdote y empiece a servir pasan por lo menos diez años.
- ¿Qué se puede hacer frente a esta situación?
- Creo que en la Iglesia, más que hacer proselitismo vocacional, debemos ser mucho más directos en la invitación. Es Jesús el que llama. No los curas, no el obispo, no el provincial. Es Jesús quien va llamando a jóvenes a que se consagren a la vida religiosa femenina o masculina. Por nuestra parte, tiene que estar esa invitación. Evidentemente es una preocupación para la diócesis de Valparaíso, para la Iglesia, la escasez de sacerdotes.
Un llamado de atención
- Faltan sacerdotes en la diócesis y en el país.
- Así es. Aquí tenemos sacerdotes con dos o tres parroquias. Pero hay que verlo con esperanza también, porque en la medida que vivamos intensamente nuestra experiencia cristiana, eso también va a llamar a jóvenes que querrán sumarse a esta tarea.
- ¿Cómo observa la situación de la fe hoy en la diócesis respecto de sus anteriores destinaciones en esta región?
- Aunque las últimas encuestas nos ubican bastante bajo, cuando uno percibe la fe en las comunidades es otra cosa, por la cantidad de católicos comprometidos y la experiencia de fe que se vive. Estamos a la baja también, hay mucha gente que no se considera católica. Eso se debe muchas veces, entre otros aspectos, a los escándalos de abuso sexual que hemos tenido en la Iglesia. Por lo tanto es también un llamado de atención a nosotros, en el sentido de qué estamos haciendo y cómo revertimos esto.
Los caminos de dios
- Usted se tituló y trabajó como técnico electromecánico antes de abrazar la vocación religiosa. ¿Qué fue lo que lo decidió?
- Yo era catequista en una parroquia y fue tan rica la experiencia de fe en esa comunidad, que empecé a preguntarme ¿no será que Dios quiere otra cosa para mí? Tenía 23 años, como cualquier joven pensaba a lo mejor tener una familia, en materia profesional estaba bien valorado, pero en la vida hay que tomar decisiones y yo las tomé. No fue fácil. ¿Por qué en la Orden de la Merced? Porque trabajaba en una parroquia mercedaria y era lo que conocía. Con el correr de los años, Dios me fue confirmando que éste era el camino.
- Entre los seminaristas debe haber sido el mayor…
- Hice todo el proceso como seminarista ya un poco mayor. Tenía ya 23 años y mis compañeros eran de cuarto medio. Y estudié después Filosofía, Teología, también estudié Pedagogía y otros temas que tienen que ver con la exigencia del trabajo que estaba realizando. Pero mi decisión surgió en una comunidad, en una parroquia, en la experiencia de fe que viví allí.
- ¿Ha sido feliz como sacerdote? ¿Fue una buena decisión?
- He sido muy feliz y no me veo afuera. Tengo 51 años y más de la mitad de mi vida la he desarrollado aquí. Estoy muy feliz de la oportunidad de trabajar en distintas áreas, de conocer realidades que jamás imaginé. Por ejemplo, África que marcó profundamente estos años de vida religiosa. Fui nueve veces a Angola a acompañar a la misión que tenemos allá. Otro aspecto que me marcó fue el trabajo con los jóvenes, porque fui asesor de la pastoral juvenil de mi congregación y también trabajé en las pastorales juveniles en los colegios y en mi parroquia, que era la Basílica de la Merced en Santiago.
Los cautivos de hoy
- ¿Cuál es el sentido del "cuarto voto" mercedario de redimir o liberar a los cautivos?
- Los votos normales para todos los religiosos son tres: pobreza, castidad y obediencia. Nosotros, a ejemplo de los primeros mercedarios, tenemos un cuarto voto, que es dar la vida si fuera necesario para liberar a los cautivos, que en los tiempos de San Pedro Nolasco eran quienes estaban presos a causa de su fe. Muchos hermanos a lo largo de la historia murieron por eso. Hubo muchos mártires en la congregación.
- ¿Pero quiénes son los cautivos en el contexto actual de esta diócesis, con fuerte presencia de tráfico de drogas y delitos violentos?
- Las cautividades ahora las conocemos todos: la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, la pornografía, la violencia. El abanico es enorme. Llevo poco tiempo en la diócesis, estoy observando. Me preocupa el tema de la droga, el consumo, distinto a cuando estuve aquí hace 15 años. A tres cuadras del obispado la situación es preocupante, se ha normalizado y eso hace daño, no es inofensivo. Ahí hay un aspecto que me gustaría trabajar. Ver con Caritas cómo podemos hacer algo así como replicar experiencias en prevención que se han hecho en otros lugares, en acompañar a las familias, en temas de promoción de la vida humana.
Crisis moral
- El cardenal Fernando Chomalí calificó como "escalofriante" la crisis moral que vive el país al ver al exsubscretario Monsalve esposado. ¿Cómo ve usted el problema?
- Hay una dimensión muy compleja de la corrupción, en términos de que todos pueden hacer lo que quieran y nadie se va a dar cuenta. Ocurre con altas autoridades, pero también con personas comunes. Evidentemente hay una crisis moral. La Iglesia tiene un gran número de alumnos, de familias, en sus colegios y sus parroquias, y creo que ahí hay que poner el acento, en la educación, el acompañamiento de las familias, en las parroquias y las comunidades cristianas. En eso estamos ahora.
- ¿Qué cree que puede hacer la Iglesia para morigerar el clima de confrontación y polarización que existe en Chile?
- Trabajar y aportar en el diálogo. Históricamente la Iglesia es un espacio de diálogo, de puente con la civilidad. Yo creo que eso hay que reforzarlo, ser agente de diálogo. El sínodo que terminó hace poco nos invita a eso, a caminar juntos, a escucharnos mutuamente, y creo que la Iglesia tiene vocación de eso, desde nuestros orígenes con Jesucristo. Las comunidades cristianas pueden aportar mucho a esto desde diálogo y la fraternidad, que es lo que la Iglesia ha estado haciendo y es su tarea también.
La fiesta mariana
- Se aproxima una nueva peregrinación masiva al Santuario de Lo Vásquez en la Fiesta de la Inmaculada Concepción. ¿Cuáles son sus expectativas?
- Hace poco estuve en Lo Vásquez en una de las reuniones de coordinación con todas las autoridades y pude percibir que está todo listo. Jamás pensé todo lo que está detrás de la fiesta, el trabajo de coordinación de todas las instituciones que nos ayudan cada año, a quienes aprovecho aquí de agradecer. La expectativa es que venga muchísima gente porque es una peregrinación de fe, una experiencia religiosa a través de la Purísima de Lo Vásquez que los invita y que nos debe llevar a Jesús. Ese es el motivo de la peregrinación, no sólo pagar mandas, sino también que sea una oportunidad para que la gente se encuentre con Jesucristo, que es quien nos invita.