La luz al final del túnel
A pesar de quienes afirman que Chile se dirige al despeñadero, que estamos en crisis o que vivimos la peor de las épocas, nuestras instituciones están funcionando, como también quedó demostrado con el caso de Hermosilla. La pregunta es cuántos gobiernos en el mundo permiten que ocurra algo como lo que ha pasado aquí".
Hoy se cumplen tres meses desde que Manuel Monsalve se reunió con una subalterna en el Costanera Center, un hecho que días después derivó en otra reunión, tras la cual fue denunciado por una presunta violación.
La noticia ha sido el centro de atención de los medios y redes sociales, convirtiéndose en el equivalente al caso Caval de Michelle Bachelet o al 18 de octubre de Sebastián Piñera. Desde entonces, el gobierno parece haber comenzado una cuenta regresiva hacia su final, con pocas posibilidades de recuperarse o de ser recordado por algo más.
La imagen de Monsalve siendo detenido y posteriormente enviado a la cárcel por un juez terminó cobrando tanta o más relevancia que el triunfo de Chile sobre Venezuela tras más de un año sin ganar. Esto pone en evidencia no solo la importancia del hecho, sino también el morbo que despierta en la ciudadanía.
Aunque la acusación contra Monsalve podría hacernos pensar que nuestro país atraviesa el peor de los escenarios, creo que debemos analizarla desde un prisma diferente.
Manuel Monsalve fue, hasta su renuncia, una de las personas más poderosas de Chile. No solo tenía bajo su mando a todas las policías, sino también, como se ha revelado, una caja fuerte con millones de pesos en efectivo destinados a operaciones encubiertas y pago de testigos, pero en ningún caso para costear taxis y pisco sour XL.
A pesar de esto, no logró borrar las pruebas en su contra ni callar a la denunciante. Por el contrario, terminó siendo expulsado del gobierno y procesado.
¿A qué voy con esto? Que, incluso contando con todos esos medios, está siendo juzgado. A pesar de quienes afirman que Chile se dirige al despeñadero, que estamos en crisis o que vivimos la peor de las épocas, nuestras instituciones, nos guste o no, están funcionando, como también quedó demostrado con el caso de Hermosilla.
Mi punto es claro: personajes que se han aprovechado de su poder para robar, abusar, extorsionar o cumplir sus más viles deseos han existido siempre en todos los gobiernos del mundo. Chile no es la excepción.
La pregunta que debemos hacernos es cuántos gobiernos en el mundo permiten que ocurra algo como lo que ha pasado aquí. Basta ver series como House of Cards para imaginar los mecanismos que se activan en países como Estados Unidos ante casos similares.
En ese sentido, que el máximo encargado de la seguridad termine siendo detenido y procesado es una garantía de que en nuestro país hemos dejado de tener, déjenme creerlo, personas intocables.
Ya sea gracias al rol de la prensa, de los fiscales o de las policías, vivimos, aunque parezca paradójico, en un entorno seguro donde incluso los más poderosos pueden terminar siendo juzgados.
Los casos de Hermosilla y Monsalve, con su sobreexposición mediática que abarca desde imágenes decadentes saliendo esposados rumbo a la cárcel hasta convertirse en memes y stickers, son una dura pero positiva advertencia para todo aquel que intente pasarse de listo. En Chile, esperemos, ya no paga Moya. 2
Doctor en Historia
Facultad de Artes Liberales
Universidad Adolfo Ibáñez
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