Valparaíso, centro de crimen organizado
Las estadísticas del Ministerio Público revelan una situación preocupante que no ha sido aquilatada por las autoridades.
Una reciente publicación del Ministerio Público confirmó que Valparaíso se ha transformado en un punto neurálgico del crimen organizado, albergando un amplio mercado de tráfico de drogas y concentrando altas tasas de crímenes violentos asociados a esta actividad, como delitos de armas, secuestros y homicidios. Esta Región se ubica detrás de la Metropolitana en la mayoría de los indicadores relacionados con el crimen organizado, pero lidera el cultivo de cannabis, para el cual tiene condiciones climáticas ideales y amplios espacios entre quebradas que resultan difíciles de pesquisar para las policías. Es en dichos predios, muchas veces emplazados bajo coberturas vegetales inexpugnables para los observadores aéreos, que se produce parte importante de la marihuana que circula por el país, especialmente en verano. El rol de la zona no termina allí, porque el Ministerio Público también identificó que el tráfico de drogas, que alienta la ejecución de otros delitos, como el contrabando de armas y el sicariato-, prefiere trasladarse a otros puntos del país y el extranjero por vía marítima, debido a los débiles controles físicos que hay en los terminales chilenos y los múltiples escondites que encuentran en un buque de grandes dimensiones.
Lo más preocupante del tema es que no hay señales que indiquen una remisión de estos fenómenos criminales, pese a los rutilantes decomisos y la activa desarticulación de bandas internacionales con asiento o paso por Valparaíso realizados en los últimos meses por el Ministerio Público y las policías. La conclusión lógica es que la penetración del narcotráfico es muchísimo mayor de lo previsto y que el poder de las organizaciones criminales desafía todas las medidas adoptadas hasta ahora. Planes, programas y reforzamientos, lamentablemente, han demostrado ser ineficientes para abordar el conflicto de fondo, que tiene alcances internacionales y una complejidad sin parangón en la historia delictiva de este país. Preguntar qué hará la autoridad frente a este escenario, a estas alturas, parece inoficioso y hasta decepcionante. Y si la discusión tras la aprobación del nuevo Ministerio de Seguridad gira en torno a la eliminación de secretarías en vez de cómo el conjunto del Gobierno se articula para apoyar dicha unidad, las organizaciones dedicadas al delito podrán sonreír con tranquilidad.