LA TRIBUNA DEL LECTOR Viña del Mar, 150 años (3ª parte)
POR JORGE SALOMÓ FLORES, HISTORIADOR
En este capítulo, seguiremos el curso de crecimiento viñamarino, después de revisar aspectos de su fundación como ciudad, el 29 de diciembre de 1874, y del dilema existencial entre la industria y el turismo, que marcaron la interrogante institucional y humana respecto al destino principal de las inversiones y del apoyo a su consolidación protagónica turística, educacional, deportiva y habitacional.
Tras el terremoto del 16 de agosto de 1906, con trágicas consecuencias en Chile central, Viña del Mar comienza un proceso de expansión urbana, arquitectónica y social. Playa Miramar se consolida como eje del balneario, con infraestructura hotelera y elegante perfil, formado por el Palacio encargado por Agustín Ross (actual Club Árabe), el ecléctico castillo de Gustavo Wulff y la casa de Alberto Mackenna Subercaseaux, cercana a la desembocadura del Marga Marga.
La elegancia del paseo del Mar, la formación de los primeros baños de talasoterapia del doctor Theodoro von Schröder, la pavimentación de la calle Valparaíso, la construcción de los puentes Ocoa y Quillota, la inversión privada en chalets en Recreo, Villa Moderna, Agua Santa, calles Álvarez y la población Vergara, ven nacer una arquitectura inédita para la región, con los palacios Rioja, Santa María, Vergara, Ariztía, Carrasco, Valle, Astoreca, el Club de Viña, las casas de Otto y Alberto Andwanter, de Agustín Ross, de la familia Barazarte, de Carlos Álvarez Condarco, de Francisco Subercaseaux y Juan Simpson, las quintas del almirante Juan José Latorre, de Federico Claude, de Pascual Baburizza, los castillos Brunet, San Jorge, la nueva parroquia diseñada por el arquitecto chileno-francés Emilio Jequier. Viña del Mar se afianza como un gran balneario en el Pacífico sur.
La inversión en pavimentaciones desde Valparaíso hacia El Salto y Reñaca Concón, la apertura de liceos, nuevas escuelas y colegios, el aumento del flujo ferroviario hasta Santiago, el poblamiento en el plan y en Forestal, Chorrillos, Miraflores, Santa Inés, causan en la primera mitad del siglo XX un rápido crecimiento demográfico, afianzado por el crecimiento industrial. La gestión liderada por los alcaldes Gastón Hamel de Sousa, Carlos Unzurrunzaga y Manuel Ossa Saint Marie permite formar la Junta Pro Balneario, que al alero de la Ley 4.283, se encarga de administrar los recursos del empréstito, fortalece el nexo del sector público (municipal) y privado (empresarial e industrial) y traza los lineamientos fundamentales del balneario para la década del 30.
La nueva etapa llega con impulso renovado, se construye el Palacio Presidencial, se abren las piscinas Recreo y 8 Norte, el Teatro y el Casino Municipal, el Coliseo "Francisco Bilbao", el Museo Arqueológico y se enajenan los terrenos de Lever & Murphy. Como señala el arquitecto Cristián Bozza, el balneario compromete voluntades para separar la playa de los automóviles, dotar al turista de camarines, baños y servicios alimenticios. Se construyen espacios planificados en la costa: Caleta Abarca, Las Salinas, Cochoa, Los Lilenes y Playa Amarilla, ejemplos relevantes de jerarquía internacional.
Viña del Mar vive la belle époque, periodo que inspiró mi tesis de magíster, para explicar los rasgos que caracterizan a la ciudad, a sus habitantes y a quienes nos visitan. Un tránsito amable de sus vehículos, la sociabilidad en sus calles principales, la práctica deportiva que abunda en los barrios, la inversión coherente de los recursos del empréstito para construir los hoteles O'Higgins y Miramar, adquirir el palacio y la Quinta Vergara, crear la Escuela de Bellas Artes y el Conservatorio Municipal de Música. La belle époque tardía respecto a Europa, se extiende hasta el terremoto del 28 de marzo de 1965. Es un tiempo próspero, que pone a la ciudad como un centro atractivo para nacionales y extranjeros.
En estos últimos años, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso ha dado pasos plausibles, con la compra de la Casa D'Italia, en franco proceso de reconstrucción; de la Casa Martínez en la esquina de Libertad con 8 Norte; del hermoseamiento del Palacio Valle, sede del Instituto de Historia. Similares acciones dan cuenta de la preocupación de la Universidad Viña del Mar por la emblemática Casa Flores, obra del arquitecto Roberto Dávila Carson, en Agua Santa; o la Universidad de Valparaíso por conservar el Palacio Astoreca, sede de su Facultad de Economía y Negocios. Positivas señales para valorizar la riqueza histórica que ha formado Viña del Mar a través de 150 años.
Al asumir las autoridades que liderarán los destinos de la ciudad, surge la interrogante respecto a diversas tareas pendientes, importantes desafíos para reposicionar la ciudad que queremos: el destino del Hotel O'Higgins, del privilegiado paño de Las Salinas y del humedal de Gómez Carreño, la recuperación del centro histórico en torno a calle Valparaíso, del envejecido puente Quillota, del Mercado y su barrio, de los contenedores de basura sobrepasados, de las tomas que exigen un consenso para buscar soluciones integrales urgentes.