Apocalipsis now
Quizás deberíamos asumir, como Montaigne, que idealizar el pasado y criticar al presente forman parte de nuestra forma de ser: 'Nos quejamos de que el mundo va siempre de mal en peor, como si estuviéramos en el último acto de su decadencia; pero nunca recordamos que ha sido así siempre".
El término de cada año invita a hacer una introspección sobre lo bueno y malo vivido en los últimos doce meses. Afloran los rankings, encuestas y análisis, además de tarotistas y astrólogos que auguran las tendencias para el nuevo año.
Aunque las conclusiones sobre 2024 en Chile y el mundo son diversas, de un tiempo a esta parte han tomado fuerza los comentarios cargados de un pesimismo "apocalíptico": que estamos enfrentando las peores crisis de la historia en todos los ámbitos -moral, ambiental, económica, educacional, de salud o seguridad-; que la sociedad se ha corrompido y ya no es como antes; que abundan la violencia, el egoísmo, la ignorancia y la vulgaridad. Que la humanidad se ha acercado al borde de un profundo abismo.
No sé si a usted le ha ocurrido, pero con frecuencia he escuchado comentarios cargados de angustia por el mundo que estamos legando a nuestros descendientes, u otros más extremos, de quienes deciden no traer hijos a un planeta en el que ya no vale la pena vivir. ¿Es tan grave nuestra situación?
Aunque algunas cifras reflejan asuntos preocupantes, la angustia ante un presente que parece encaminarnos al fin no es condición exclusiva de nuestra época. Al contrario, la sensación de que "todo tiempo pasado fue mejor" constituye un topos histórico que corre de la mano con la mirada crítica sobre la decadencia de cada generación.
"¡Ojalá no hubiese nacido yo en esta era! ¡Ojalá hubiera muerto antes o hubiera nacido después! Pues ésta es la época en la que los hombres nunca cesan de trabajar y sufrir. El padre no se parece a los hijos ni los hijos al padre; el anfitrión no aprecia a su huésped ni el amigo a su amigo y no se quiere al hermano como antes. Desprecian a sus padres apenas se hacen viejos y les insultan con duras palabras. Unos saquean las ciudades de los otros. No hay reconocimiento para el que cumpla su palabra ni para el justo ni el honrado, sino que tienen en más consideración al malhechor y al hombre violento. La justicia está en la fuerza de las manos y no existe pudor".
¿Sabe quién dijo estas palabras que parecen sacadas de un diario de ayer? El poeta griego Hesíodo, hace casi 2800 años. Y no ha sido el único. "Nuestra época, al no imitar las virtudes de los hombres de antaño, ha producido un torrente de vicios que no deja intacta ninguna parte de la vida pública", decía Cicerón en el siglo I a.C., mientras Beda el Venerable afirmaba en plena Edad Media: "Vemos que el mundo se precipita rápidamente hacia su fin, y aunque muchas calamidades ya han ocurrido, peores aún están por venir".
En tiempos más recientes, Spengler hablaba de la decadencia espiritual de su siglo, caracterizado por "el oscurecimiento del alma misma, la pérdida del impulso creador que da sentido a las culturas", en tanto que la escritora Simone Weil sentía vivir una época de vacío "que ha perdido todas las certezas, todos los valores, y lo que queda es un abismo que devora las almas".
El tiempo, sin embargo, ha seguido pasando con sus claros y oscuros y el mundo no se acaba. No se trata de caer en la ingenuidad de pensar que todo está bien, pero tampoco de convencernos de estar en el extremo del precipicio. Quizás deberíamos asumir, como Montaigne, que idealizar el pasado y criticar al presente forman parte de nuestra forma de ser: "Nos quejamos de que el mundo va siempre de mal en peor, como si estuviéramos en el último acto de su decadencia; pero nunca recordamos que ha sido así siempre, y que lo que vemos ahora no es más que una repetición de lo que ya fue".
La historia está para ofrecernos altura de miras y permitirnos tomar conciencia, con humildad, de que nuestra época no es tan especial ni extraordinaria. Cada generación ha enfrentado sus sombras y, aun así, ha encontrado formas de avanzar. Más que lamentar lo que hemos perdido, debemos aprender a construir sobre lo que tenemos. Esperemos que para este 2025, tomemos esa oportunidad. 2
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