LA PELOTA NO SE MANCHA Se vende fútbol
POR WINSTON POR WINSTON
Si usted quiere terminar bien el año, le recomiendo no seguir leyendo esta columna que está inspirada en la amargura de alguien que no recibió el regalo que quería. Y no es que no se hayan acordado de mí, sino que me negué a que me lo compraran por una cuestión de principios. Mi deseo era una camiseta de fútbol original, pero mis convicciones consideran que el valor con el que se transa en el mercado es una estafa.
Y es que hace algunos años, los equipos de fútbol se dieron cuenta de que con las entradas al estadio no eran capaces de financiar ni siquiera a las divisiones inferiores y por eso dieron el gran salto: primero, con los derechos de televisión y ahora con la fiebre del merchandising.
Hace un par de décadas, conseguir un regalo de tu equipo era una odisea y las posibilidades limitadísimas. De partida, no se vendían las camisetas, ni las originales ni las alternativas y, si es que las había, eran escasas y feas. Había que recurrir, entonces, a la feria de artesanía de la calle Valparaíso en Viña o a esas ferias itinerantes de la avenida Pedro Montt. Un jarro con el escudo de Everton, un plato de Wanderers o un calendario genérico (del año pasado) con la foto del equipo pegada era la apuesta.
Hoy, en cambio, nos fuimos al otro extremo. Al otro lado del Pacífico, las fábricas chinas tienen la maquinaria andando para hacer de todo. En primer lugar, figuran las camisetas a precios extraordinarios. A modo de ejemplo, la número 9 que ocupa Kylian Mbappé en el Real Madrid con su nombre estampado está a 170 euros. Y no sólo existe la titular, también la de recambio y la de recambio del recambio con colores que en nada recuerdan al equipo. Manga corta o larga, con publicidad o sin, etc. Como si esto fuera poco, en algunas terceras equipaciones el logo de una conocida marca aparece en formato vertical. La idea es medir tu fanatismo según la cantidad de cosas que acumules y que nunca logres tener todo lo que te gustaría tener.
Quizás quien mejor o antes entendió este negocio fue el Real Madrid. La casa blanca apostó por la comercialización de la marca y hoy venden hasta la ropa de los entrenamientos, sin olvidar la bolsa de deporte, el calienta cuellos, la botella de agua, la sudadera, etc. Todo para que sueñes que eres un jugador más. Incluso te venden en una cajita un pedazo del vestuario del Santiago Bernabéu en 125 euros y por 45 otra cajita con césped del antiguo estadio. Y como también saben de la debilidad de los padres primerizos por conseguir fidelizar al hijo con los colores de su equipo, además de los trajes para recién nacidos, se pueden encontrar peluches, piluchos, bandanas, chupetines, etc. Por si esto no fuera suficiente, han agregado la moda urbana que, en resumidas cuentas, es coserle el logo del club a cualquier ropa de calle.
La página web, además, está en japonés y coreano, por si queda alguna duda de quiénes son los gilipollas que compran tanta chuchería.
En Inglaterra, siguieron el ejemplo, primero el Manchester United, hoy el City. Por 8 euros te puedes llevar un mini Haaland del Manchester City y por menos de 3 euros una minifigurita de Julián Álvarez que hace unos meses abandonó la isla. Asimismo, puedes llevar al pelado Guardiola, una pelota de lego, así como una multiplicidad de regalos de Navidad de color celeste.
Es un exceso que raya en lo ridículo, pues puedes conseguir de todo, pero que en realidad es lo mismo: baratijas chinas disfrazadas con los colores y logos a gusto del comprador. La moda ya llegó a Chile, pero con los precios de Europa, lo que me dejó sin camiseta, aunque tampoco creo que me haya quedado.