"Salvaje", un documental en clave road movie y stop motion sobre Roberto Bolaño
CINE. El director Pablo Mantilla y Juan Harrington, en quien se inspira un personaje, cuentan cómo se realiza la película.
AP
Roberto Bolaño tendrá bajo la dirección de Pablo Mantilla un documental que espera finalizar a mediados de este año.
"Los espectadores encontrarán una exploración profunda de la vida y obra de Roberto Bolaño mediante material de archivo exclusivo, entrevistas con amigos, fanáticos como yo, traductores y expertos literarios, así como con escenas de stop motion en las que buscamos ilustrar su dimensión más personal y poética. La película sigue a personajes que desentrañan la esencia y el legado de Bolaño, desde sus inicios en Chile hasta su vida en México y su influencia global", cuenta Mantilla, quien llegó en Madrid a la escritura del autor chileno fallecido a los 50 años (2003), en una pequeña librería del vecindario de Malasaña donde compró "Los detectives salvajes".
"Desde la primera página, me atrapó la fuerza de su narrativa y la forma en que desafiaba las convenciones literarias. Fue una lectura reveladora y casi mágica, aunque con un toque de melancolía, ya que poco después me enteré de que el autor había fallecido sólo unos meses antes. Ese descubrimiento marcó profundamente mi relación con su obra, porque por una extraña razón quería saber más, conocer qué había detrás de todo eso y lanzarme a los caminos", explica el director, que trabaja junto a La Merced Producciones, Zapatilla Films y la internacional TwentyFour-Seven (24/7).
- ¿Y cómo fue tu lectura?
- Fue una experiencia inmersiva y desafiante. No es una novela fácil ni convencional, es como un viaje en el que el lector se adentra en un universo lleno de poesía, subversión y personajes inolvidables. Bolaño crea un mundo que se siente increíblemente real y, al mismo tiempo, profundamente literario. Esa mezcla de intensidad y autenticidad fue lo que me impactó más. Al terminar, sentí que había vivido una experiencia que necesitaba explorar más a fondo, y así comenzó mi deseo de entender a Bolaño y su mundo de una manera más completa. Al poco investigar descubrí que la mayoría de los personajes de la novela está inspirada en personas reales y como un coleccionista los fui identificando.
Uno de ellos es Juan Harrington, a quienes algunos sitúan como el joven García Madero, una de las voces que nos lleva a ese México de los 70. "Roberto Bolaño y Bruno Montané aparecieron una tarde de noviembre de 1975 por mi departamento en la Ciudad de México. Estaban dados a la tarea de reclutar miembros para un movimiento de poetas y se habían enterado por las copuchas de mi madre con la de Bruno que yo era entonces un poeta de 15 años perdido en el espacio. Me pidieron que les leyera un par de cosas y a continuación me invitaron a la Casa del Lago en el Parque Chapultepec, donde otros reclutas se reunirían a leer sus poemas. Yo acepté encantado. De eso ya hace casi 50 años", rememora Harrington, chileno, poeta y cineasta que participa en el documental.
- ¿Qué lugares recuerdas de esa época?
- Son muchos, cientos, los días, momentos y lugares que recuerdo con cariño. El mismo Parque Chapultepec, la avenida Reforma, Álvaro Obregón, los cafés de chinos, los restaurantes VIP, el Café La Habana, los billares, San Andrés y la casa de Peguero, la vieja Cineteca en Tlalpan, las cantinas y mercados, los conciertos, las risas, los besos... La Ciudad de México es mi madriguera, mi entorno, la fuente de una adolescencia eterna.
- ¿Qué piensas sobre el personaje de García Madero y qué correspondencias tiene contigo?
- Todos los integrantes del infrarrealismo encuentran su doppelgänger en la novela. "He sido cordialmente invitado a formar parte del infrarrealismo. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así". Eso lo pude haber escrito yo en mi diario. No lo hice. O quizás sí.
- En retrospectiva, ¿cómo ves tus años de juventud y cuánto gravitan en la persona que eres ahora?
- Mis años de juventud duraron mucho, o muy poco, ve tú a saber. Tal como el infrarrealismo, que algunos, entre ellos Roberto, dicen duró de 1975 a 1977 cuando él y Bruno partieron a Europa. En realidad, mi juventud y la vida del infrarrealismo duraron bastante más. Mario Santiago retornó al DF y reinició un movimiento que nunca se había detenido, esta vez con nuevos poetas, algunos de los cuales nunca conocieron a Roberto. Te puedo asegurar que mi juventud estuvo presente. Yo me había ido a Europa en el 77 persiguiendo a Mario. A mi regreso el 78, me topo con un infrarrealismo desbocado con Mario Santiago a la cabeza. Muchas de las anécdotas que se cuentan del grupo -e incluso algunas mencionadas en el libro de Bolaño- ocurrieron entonces. Todos esos años fueron mi formación: mis primeros aleteos en el Vives, amigo de los poetas delfines de Segovia y Juan García Ponce, los mismos que después denostaríamos; mi deserción del colegio y partida a Europa; el duro aprendizaje de una Europa sin papás y sin amigos; y el regreso al DF, las aventuras con Papasquiaro. Todo ello ha formado lo que soy, o lo que estoy siendo, un work in progress permanente, hasta que ya no haya más.
- ¿Cómo eran las noches?
- Escuchábamos a los Doors, Three Souls in my Mind, que después devino en el Tri, a Leonard Cohen y Patti Smith, escuchábamos y bailábamos salsa, a Héctor Lavoe con "Tu amor es un periódico de ayer", a los Fania, a Beni Moré, a José Alfredo Jiménez. Caminábamos las calles como si en eso nos fuera la vida: de las islas de ciudad Universitaria al Monumento a la Revolución, del Zócalo a la Guerrero y Tepito y de vuelta a Chapultepec, a la Condesa, la Roma. Recuerdo en particular dos fiestas con Roberto: la primera en casa de Bruno en la calle Argentina, el día en que se fundó el Movimiento Infrarrealista; la otra en casa de Poli Délano, una cena con el escritor y sus hijas Bárbara, Viviana y Marcela, en la que todos terminamos lanzándonos dardos envenenados.
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