LA TRIBUNA DEL LECTOR Reapertura de la Casa Colorada
POR JORGE SALOMÓ FLORES, HISTORIADOR
Un hecho favorable para la memoria histórica nacional corresponde a la reapertura de la tradicional "Casa Colorada", ubicada en Merced 860, a pocos metros de la Plaza de Armas de Santiago. Constituye un aporte para preservar la historia santiaguina, con testimonios y fuentes de gran valor patrimonial, unidas a una puesta en escena de valoración social, cultural, didáctica, que incluye entretenidas proposiciones con planos, fotografías, videos y los dioramas de Rodolfo Gutiérrez, Zerreitug.
El terremoto del 27 de febrero de 2010 afectó la construcción, obligando al cierre de su uso público por catorce años. La espera permite, ahora, gozar de una visita que incluye un Centro de Documentación y Lectura y una sala de exposiciones temporales.
La construcción de rasgos coloniales, presenta una fachada de piedra canteada y gran portón en el primer piso, y de adobe estucado y albañilería en el piso superior, con óculos, arcos y balcones pintados con el característico colorado que le otorga el nombre popular que la identifica. Obra del arquitecto portugués Joseph de la Vega, se levantó en el corazón capitalino entre 1769 y 1779. La residencia acogió al gobernador Mateo de Toro y Zambrano, quien el 18 de septiembre de 1810 presidió el Cabildo Abierto mientras el trono español permanecía acéfalo por la invasión napoleónica a la península ibérica.
Al atravesar el pórtico encontramos el patio central, que da cuenta de la disposición de las casas de Chile central en los siglos XVII y XVIII. Aquí accedían caballos, carruajes y personas que dieron vida a sus salones. Tras la muerte de Toro y Zambrano, sirvió como cuartel general del Ejército Libertador y después como una de las casas de Lord Thomas Cochrane. En 1977 recibe el reconocimiento como Monumento Nacional y se impulsa la instalación de varios dioramas de Zerreitug. Cada vitrina corresponde a momentos de la historia nacional en Santiago, que incluyen el tiempo colonial y la vida republicana, con caracterizaciones de figuras talladas en madera, insertas en temas pintados en una notable transición de momentos, acontecimientos y anécdotas, recreados por el artista que se convierte en cronista e historiador.
Abierta al público gratuitamente, constituye una excelente oportunidad de aprovechar un recorrido por el centro capitalino y conocer aspectos de la historia nacional con esta renovada puesta en escena, que más allá del museo se convierte en un recinto dinámico, atractivo, que cruza desde tiempos prehispánicos hasta nuestros días.
Este ejemplo de restauración patrimonial nos pone la interrogante del triste presente de la casa museo de Lord Cochrane, en el cerro Cordillera de Valparaíso. Intentos fallidos de usar el recinto como sala de exposiciones, también como espacio de reuniones protocolares regionales, permanece cerrada, perdiendo la ciudad un lugar privilegiado, con una perspectiva notable de la Plaza Sotomayor, el Museo de Bellas Artes, el Wall Street porteño y el entorno de la estación de trenes, el molo y el puerto.
Lo mismo ocurre con el Castillo Wulff, emblemática y característica construcción del borde costero viñamarino, cerrado y en preocupante deterioro. Las últimas marejadas han terminado por destruir su terraza, especialmente el baldaquino del patio, confirmando la urgencia de reparar este recinto que motivó en 1959 la aprobación de la Ley 13.364 de protección del borde costero, impulsada por el entonces alcalde Gustavo Lorca Rojas, apoyada desde el Parlamento por el diputado de la época Edmundo Eluchans Malherbe y por el propio presidente Jorge Alessandri Rodríguez.
Contrasta el beneplácito que provoca la restauración patrimonial de la Casa Colorada con este abandono de dos recintos históricos de gran valor, como la llamada Casa de Lord Cochrane en el cerro Cordillera y el Castillo Wulff en la avenida La Marina de Viña del Mar. Tal vez el ejemplo santiaguino sirva de estímulo para que pronto tengamos noticias y acciones reales en beneficio de los citados sitios patrimoniales de nuestra región.
En estas obras mayores es imperativo aunar el compromiso regional y contar con fuentes de financiamiento que impulsen una política de valoración y recuperación, siguiendo lo realizado con éxito en la iglesia de San Francisco del cerro Barón y en el Teatro Municipal de Viña del Mar.