El curioso y triste caso de los scooters
La empresa Expedio, que prestaba el servicio en Viña del Mar, decidió abandonar la ciudad debido a la delincuencia y el vandalismo. Para la opinión pública es difícil entender que el Ministerio de Hacienda haga recortes presupuestarios al Ministerio Público y las policías.
Menos de diez meses duró el servicio de transporte eléctrico que entregaba la empresa Expedio Scooters, en Viña del Mar. Los reiterados robos y actos vandálicos contra el equipamiento, sumados a la impavidez de las autoridades cuando los ejecutivos de la firma trataban de encontrar solución a sus problemas, se combinaron como factores clave de la decisión que puso fin a un sistema que ofrecía una alternativa no convencional a la necesidad de un transporte ágil y rápido por la ciudad, sin un impacto relevante en el medio ambiente ni en las calles ya atochadas.
El caso es un ejemplo de cómo los problemas de seguridad tiene un impacto real y concreto en el desarrollo económico de un lugar -la partida de Expedio deja a personas desempleadas y a proveedores locales sin su cliente-, pero también de resistencia y poca adaptación social a las nuevas ideas que proponen apuestas innovadoras y disruptivas. El novedoso sistema de scooters eléctricos opera sin grandes dificultades en otras partes de nuestro país, donde es posible encontrarlos estacionados sobre cualquier vereda, a la espera de un pasajero. ¿Por qué no pudo resultar en Viña?
La acusación que hizo la dueña del emprendimiento contra las autoridades policiales y de Gobierno por no hacer caso a sus reclamos cuando el servicio era depredado por delincuentes y vándalos describe bien a otras tantas víctimas de la inseguridad pública que no encuentran respuesta en un sistema sobrecargado de demandas y con pocos recursos. De allí que sea difícil para la opinión pública entender que el Ministerio de Hacienda haga partícipe de los recortes presupuestarios al Ministerio Público -que tras varios reclamos pudo recuperar los recursos que daba por perdidos- y las policías. En un escenario que exige un reforzamiento de la seguridad en todas sus líneas, el último mensaje que quiere recibir la ciudadanía es que alguno de los pilares antidelincuencia tiene un riesgo de déficit.