RELOJ DE ARENA
Oro purito
oro de ley,
ando buscando
para mi chey
Estribillo de la popular tonada "Oro purito", de Nicanor Molinare, tema sobreviviente con más de 80 años de interpretaciones por conjuntos criollos como Los Cuatro Huasos o Los Huasos Quincheros, entre muchos.
Alude la letra del tema a una búsqueda histórica a través de los siglos, el oro, eterna expresión de riqueza. Y alude también a la "chey", vieja expresión nacional que refiere a la amante, a la "sucursal", no a la esposa oficial. El término se ha perdido en el tiempo, pero sobrevive como una nota de picardía en el tema del prolífico Molinare.
El oro en medio de dólares, de acciones que suben y bajan y, por cierto, del bitcoin sigue siendo el gran valor que se expresa en monedas o lingotes que atesoran los bancos centrales como reserva.
Viejos billetes emitidos por el Banco Central e impresos en la Casa de Moneda tenían al pie de una de sus caras la leyenda "Convertibles en oro conforme a la ley". ¿Qué Ley? Lo ignoro, pero usted sabe perfectamente que el papel lo aguanta todo.
Ahora los billetes solo muestran el rostro de algún personaje, pero no presentan leyendas comprometedoras.
Monedas de oro
Pero sin mayores complicaciones el mismo Banco tradicionalmente ha emitido monedas de oro desde 20 a cien pesos, cuyo valor real dista mucho de la cantidad que detentan. Así la moneda de 100 pesos oro tiene un valor en el mercado bursátil, donde se transan, que puede llegar a un millón y medio de pesos.
La moneda esa es de "oro purito" y algunas personas la atesoran como colección o bien como ahorro basándose en el valor universal del oro y en su alza constante.
La misma monedita, con algún engaste, tradicionalmente ha oficiado de prendedor femenino, pero desde hace algún tiempo se ha convertido en manjar de los malandrines debido a lo cual su uso está vedado. Lo mismo pasa con cualquier adorno del valioso metal.
El hecho es que el oro en la forma que sea tiene una alta cotización en mercados especializados, formales e informales, y el gramo puede llegar a un valor de 73 mil pesos.
En estos días la Casa de Moneda ha anunciado que pone a la venta siete pequeños lingotes de oro de 24 quilates. Algunos con un peso de 3,11 gramos y otros de 7,77. Los valores aproximados que alcanzan en la venta es entre 350 mil y 750 mil pesos, respectivamente. La onza troy, medida especial para el peso del oro, alcanzó el año pasado un valor en los mercados de 2.640 dólares y se estima que este año llegará a los 3 mil.
La variación en 2024 de la onza en mercados europeos logró un alza del 29,49% variable muy superior al de cualquiera inversión en particular.
Así los economistas recomiendan el oro en monedas o lingotes como inversión. Pero ¿usted se arriesgaría a poner todos los huevos en una canasta tan frágil en estos momentos de delincuencia dominante?
Yo, personalmente, no lo haría, pues los bandidos que dominan la escena nacional de algún modo sabrían que tengo ese valioso metal y no dudarían en planificar un turbazo.
Delirio en california
El hallazgo de oro en un rio de California, en enero de 1848, desató un delirio universal al cual no estuvo ajeno nuestro país. En una vuelta de página en la historia de los Estados Unidos encontramos leyendas, realidades, novelas, filmes y las aventuras que usted quiera al ritmo de tiros de los famosos Colts calibre 45 tras ese hallazgo.
Algo parecido vivimos en Chile desde los tiempos de la Conquista, debido a la presencia del famoso metal amarillo a lo largo del territorio en diversas formas, ya sea en aguas de algunos arroyos o ríos como en las entrañas celosas de la tierra.
Diego de Almagro realiza en 1536 una sacrificada expedición a lo que sería Chile en busca de oro. Las posibilidades en Perú parecían agotadas, en tanto la tradición indicaba que más al sur el oro abundaba. Más tarde tenemos a Pedro de Valdivia animado por doña Inés, la chey de esos años, que también llega a Chile, donde dejaría, trágicamente sus huesos.
Es cierto que esos conquistadores agregarían territorios a la Corona Española, pero fundamentalmente buscaban oro, riqueza para llevar una buena vida. No estaban equivocados al buscar oro en Chile, pero no era cosa de llegar y llevar, como había ocurrido en Perú.
Benjamín Vicuña Mackenna, infatigable investigador de nuestro pasado y del presente que le tocó vivir escribe "La edad del oro Chile", libro que analiza y detalla nuestra realidad aurífera.
Da cuenta el autor de la presencia del codiciado metal en diversos puntos del territorio y también en la zona de Valparaíso. Así encontramos información sobre hallazgos en el eje del ríoo Aconcagua y en el estero Marga Marga y su entorno.
Así en el año 1877 aparecen, a lo menos, afirma, la creación de siete sociedades para obtener oro en lavaderos, entre ellas menciona la Compañía de Catapilco, la misma del cura, la Compañía de Marga Marga y la Palma y la Compañía de Llampaico.
Paralelamente aparece en Chile Alfredo Paraf, francés con títulos de químico metalúrgico presentando un sistema para obtener, en grandes cantidades, el oro que contienen los minerales de cobre y plata, cantidades originalmente mínimas. El procedimiento no sería de su invención, sino que se trataría de uno desarrollado en el siglo XVII por el sacerdote español Alfonso Barba, quien habría dejado sus conocimientos en un libro. Se buscan ejemplares, pero no aparece en las bibliotecas nacionales y se pide a Europa.
Solución mágica
Paraf en tanto presenta el procedimiento y el rendimiento llevado a los crisoles es impresionante. Entusiasmo generalizado. Escribe Leopoldo Castedo en su resumen de la Historia de Chile de Encina:
- "El descubrimiento de Paraf acaparó en tal medida la atención pública, que intrigas políticas, luchas teológicas, déficit fiscal, cuestión de límites, diluvios, terremotos y malas cosecha desaparecieron de la conciencia colectiva…La subversión causada en la bolsa y en las transacciones fue enorme. No pocos malbarataron sus propiedades para comprar acciones del milagroso francés".
El ambiente de crisis económica que reinaba en el país con la primera quiebra de un banco, daba amplio espacio a las especulaciones y a la fantasía de una solución mágica con una verdadera lluvia de oro.
Pero llegó la dura verdad realidad con dudas y vergonzantes realidades. Las pruebas que presentaba Paraf eran un fraude. Su ayudante, Rogel, que se hacía pasar por idiota, agregaba oro de verdad en los ardientes crisoles sin que nadie se diera cuenta mientras Paraf, de "modales refinados e insinuantes" explicaba a los presentes, autoridades y empresarios, su "sistema". El resultado eran lingotes de oro de alta pureza. El fraude se mantuvo vigente por casi un año.
En fin, una vieja versión del "cuento del tío" que terminó, como muchas veces, en la impunidad.
Décadas después, en los años 30 del siglo pasado, en medio de crisis políticas y económicas, con alto desempleo derivado del cierre de las salitreras una autoridad imaginativa -de cuando en vez las hay- se acordó del oro. En camiones los cesantes eran trasladados hasta las riveras del estero Marga Marga y dotados de una especie de gran embudo de latón - la challa- se dedicaban a buscar oro "de lavadero". Sumergían la challa en las arenas húmedas y con movimientos circulares salía agua y arena. En teoría debían quedar al fondo "pepitas" de oro que eran más pesadas. Paciencia y suerte. Algunos lograban algo, gramos o menos que compraba el Estado. La realidad es que acá mismo siempre hemos tenido oro, pero para encontrarlo hay que trabajar y tal vez tener suerte, sin perder la fe, como dice la tonada:
"No pierdo las esperanzas
de encontrar una minita,
pa' sacar oro del bueno
y llevárselo a mi hijita"