LOS MARTES DE DON DEMETRIO Seguimos cuesta abajo
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Como todos los años, este mes de enero aparecieron los estudios internacionales y nacionales sobre el comportamiento del desarrollo de Chile. Entre los primeros existe unanimidad en preguntarse qué pasó con Chile. Destacan que en el período que abarca las administraciones Aylwin, Frei y Lagos este país era el más estable, más creíble y de mayor futuro en América Latina. Hoy estamos muy rezagados en ese ranking y las expectativas de mejorar no aparecen a la vista. Aquellos análisis demuestran con cifras ese aserto. Se recuerda que en el lapso de dichas Administraciones el país tenía una paz interior que demostró que la democracia había vuelto con todos sus beneficios y que el manejo económico de aquellas había llevado a un desarrollo nunca antes visto en la historia de esta loca geográfica, como la denomina Benjamín Subercaseaux. Hubo un año en que llegamos a crecer cerca del 10% y las empresas extranjeras estaban todas dispuestas a invertir aquí. Como lo dijo hace poco en el ex Presidente Frei R-T "nos sobraba la plata".
Los ministros de Hacienda de esa época tomaban de vez en cuando la resolución de poner en el mercado internacional bonos con el aval del Estado por sumas no muy significativas - alrededor de 300 millones de dólares - no porque hubiera necesidad de ese dinero, sino para testear cuál era la percepción en el exterior sobre el estado de la economía chilena. Siempre hubo una demanda 20 veces superior a la oferta. Era la mejor demostración de lo que se pensaba de Chile. Hay que tener en consideración que esa realidad se daba cuando la libra de cobre rondaba los dos dólares, en tanto hoy lo hace alrededor de los cuatro. No estaba desarrollada la industria del litio, no se exportaba una sola cereza, los envíos de salmones al exterior eran poco significativos y la industria forestal estaba empezando a efectuar las grandes inversiones que han hecho que hoy sea un exportador de alta relevancia.
El Estado de Chile es solo en el fondo la expresión jurídica de la Nación chilena, la que a su vez conformamos todos nosotros. Por lo tanto, los resultados que demuestra aquél son el producto de lo que hace o no hace la Nación, esto es, de lo que todos nosotros realizamos o no, ello bajo las guías que dan las respectivas autoridades. No nos queremos dar cuenta que la pendiente negativa en que estamos transitando hace ya años es fruto del actuar de nosotros mismos. La historia demuestra que cuando un país está en crisis lo que tiene que hacer es trabajar más, esforzarse para que cada uno de sus habitantes aporte su grano de arena a fin mutar esa realidad y asumir que ello significa sacrificios más que beneficios inmediatos.
Tengo conciencia que el ejemplo que pondré es extremo, pero lo que vale es la mentalidad para enfrentar los momentos malos. Siendo embajador en Japón hice buena amistad con los más altos ejecutivos de Mitsubishi, en especial con Sasaki, Morohashi y Makihara. Me narraban que al término de la segunda guerra ellos eran unos jóvenes empleados de lo que fue y es esa tremenda empresa y que trabajaban ocho horas diarias pagadas y cuatro horas extras sin cobrar un yen, solo ayudando a la reconstrucción de su país. Laboraban en la misma oficina y como había tanta escasez ninguno tenía una chaqueta, por lo cual compraron entre los tres una que se la turnaban para ir a citas importantes. Tengo plena conciencia que no hemos perdido una guerra y que afortunadamente no hemos sido víctima de los únicos bombardeos nucleares de la historia. Pero el ejemplo sirve para develar una mentalidad frente a los malos momentos.
¿Qué hemos hecho nosotros? Hemos reducido la jornada de trabajo a 40 horas semanales, hacemos escándalo porque el país debe pagar una deuda con las empresas eléctricas debido a las tarifas cobradas durante la pandemia, hemos puesto toda clase de trabas para que la industrias pueda desarrollarse, hemos creado una "permisología" que hace casi imposible crear emprendimientos, tenemos un esquema legal que abruma a los extranjeros que desean invertir en Chile, incluso algunos han cerrado lo creado prefiriendo hacer la pérdida de la inversión, etc. Por otra parte, vemos a diario en los noticiarios el nivel de queja de muchos por las tarifas eléctricas que han subido $30.000 mensuales o que la movilización modificó los precios incrementándolos en $10.
Todos reclaman que es un abuso y que es una mala resolución, sin considerar los antecedentes que hay detrás para adoptar esas medidas. Nos olvidamos que los hechos delictuales de octubre de hace dos años se produjeron porque el pasaje del metro de Santiago se había incrementado en $30. Por ello se quemaron 19 estaciones del metro usando los mismos medios y se intentó incendiar el edificio de distribución eléctrica lo que habría dejado a todo el país sin ese vital elemento. No comulgo con la rueda de carreta que eso fue fruto "del estallido social". Ello fue lisa y llanamente una operación organizada donde no estuvieron ajenos algunos personeros que hoy nos gobiernan.
Ahora bien, todas las quejas indicadas se hacen en el mismo instante en que cuando viene a Chile a un artista extranjero famoso se reúnen miles y miles de personas, las que pagan felices y hasta emocionadas un altísimo valor por sus entradas. Y no es solo una presentación de aquéllos, sino que dos, tres y hasta cuatro, todas a "tablero vuelto". Al mismo tiempo se produce todo el año una tremenda demanda por hacer turismo en el Caribe, en Miami o en Brasil. Muchos de estos son los mismos que aparecen como los primeros protestantes por el alza de la bencina, la que no obedece a resoluciones nacionales, sino al precio internacional del petróleo. Quizás otro buen ejemplo se ha producido ahora que se tramita la ley de pensiones, donde no ha habido consideración de una realidad incontestable. Todo el sistema previsional fue hecho cuando los chilenos vivíamos en término un medio alrededor de 70 años. Hoy que se sabe del aumento sustantivo de ese lapso por lo que se requiere establecer - para que el sistema funcione - que los hombres debemos jubilar varios años después de los 65 años y las mujeres más allá de los 60. Nadie se atreve siquiera a mencionar el tema. Eso resta votos. Tratamos una vez más de tapar el sol con un dedo. En resumen, los chilenos (as), cada uno en su área, no hacemos nada para colaborar en encontrar una salida al declive constante del país. Dejo por ahora fuera los errores y actos de corrupción de personajes de la actual Administración pues mi objetivo en este momento es poner acento en el comportamiento global que tenemos como país.
Hoy me interesa poner sobre la mesa la idea de cómo salimos de esta arena movediza en que vivimos y que desafortunadamente va más allá de lo meramente económico. ¿Cómo remediamos este estado de cosas? ¿Qué puede hacer cada uno de nosotros para que el país vuelva a ser lo que fue? Es habitual oír entre nosotros la frase "el Estado tiene que hacerse cargo de esto", sea ello en materia cultural, deportiva, de adelanto comunal, etc. Prácticamente es lo mismo en todas las áreas del quehacer nacional. Las propias autoridades regionales habitualmente declaran que determinado problema debe ser financiado por el gobierno central, como que el Ministerio de Hacienda fuera una gran vaca lechera que es capaz de entregar sin límite todos los litros que los chilenos queremos. Es común escuchar de los alcaldes o gobernadores la misma idea, "la plata tiene que venir de Santiago", ello en vez de ejercer su autoridad y demostrar mayor eficiencia en el uso de los cuantiosos recursos con que anualmente cuentan. Tampoco - en su gran mayoría - intentan motivar a las comunidades a realizar un esfuerzo en determinada dirección para mitigar los efectos de algo que les incomoda
Pero estas falencias nacionales no sólo aparecen en lo económico o en la acción de ciertas autoridades, sino que también entre nosotros como personas debido al comportamiento diario en ciertas áreas que tienen más bien relación con principios o valores. Vemos como en la juventud, incluyendo la que vive cerca de cada uno de nosotros, se ha perdido el respeto por los padres y los profesores. Hay papás o mamás que increpan a los maestros por haber calificado mal a sus hijos, como si la culpa de ello fuera fruto de la voluntad arbitraria del aquéllos. Los padres, en número sustantivo, han olvidado la responsabilidad que tienen de educar, orientar e incluso amar a sus hijos. La mejor demostración de ello es la participación de menores en la verdadera "pandemia" de violencia que nos azota. La pregunta obvia es ¿Dónde estaban los padres de esos jóvenes delincuentes? ¿No sería tiempo de dictar una ley que de alguna manera pene a esos padres por no haber sido capaces de llevar adelante la educación de ese hijo?
Pero nada de lo que he expuesto parece importar a las autoridades. Ningún líder de partido alguno llama a indicar que los de las 40 horas semanales es un atentado a la productividad o que somos uno de los países que tiene más feriados en su calendario o que a muchos les da lo mismo qué hacen o dónde están sus hijos menores. Nadie se detiene en aspectos como esos. Claro, ello no da votos. Al contrario, es altamente impopular. Necesitamos con urgencia que aparezcan lideres en todos los grupos políticos que tengan las agallas de decirnos las cosas por su nombre e indiquen el camino por donde cada chileno (a) debe transitar
Lo que he querido plantear con este artículo está plenamente señalado en la famosa expresión del ex Presidente J. Kennedy, cuando recién electo dijo a sus conciudadanos: Americanos, en vez de pensar qué puede hacer el país por Uds, piensen primero que pueden hacer Uds. por Estados Unidos. Por ahora es suficiente. El próximo martes espero - si Dios quiere- ocuparme del nefasto fenómeno de la "permisología", ese mal que nos tiene absolutamente estacados y que no nos permite levantar cabeza.