Por algún motivo que nadie entiende muy bien, la entrega de cifras del Barómetro Regional de Ocupación Hotelera se transformó en la vedette del verano, ya sea porque es una de las contadas ocasiones en que se pueden comunicar buenas noticias o, sencillamente, porque tampoco hay mucho más que mostrar en ese campo, marcado por la ineficiencia de las políticas estatales para el control de la delincuencia, la ausencia de la Delegación Presidencial Regional y la evidente falta de competencias de la Gobernación Regional para controlar el desmadre regional.

En la confección del citado estudio también participa la Cámara Regional de Comercio de Valparaíso (CRCP), integrante activa de la Corporación Regional de Turismo presidida por el gobernador regional, Rodrigo Mundaca. Fue en ese contexto en que el Gore emitió dos comunicados dando a conocer las cifras del sector, lo que generó una abierta molestia en la CRCP, presidida por Javier Torrejón, acusando una doble omisión del ente gremial en la difusión pública de los números.

Todo ello devino en una fuerte carta de queja enviada por Torrejón a Mundaca, en la cual acusa al gobernador de "vulnerar el espíritu de colaboración público-privada que promovemos y contradice la disposición de la Gobernación Regional de trabajar con el sector privado".

El gobernador, por su parte, asegura que no existe ningún conflicto y que todo debe tratarse de una supuesta compulsión de El Mercurio de Valparaíso para favorecer al sector político que él derrotó en las pasadas elecciones, dando a entender -una vez más- que nadie puede criticarlo ni referirse a su desempeño. De lo contrario, todo responde a motivaciones políticas, tal como arguyeron contradictoriamente en el pasado dos fracasados candidatos de derecha a cargos por la zona que terminaron quedando en el camino por sus propias incapacidades.

La carta de Javier Torrejón existe y fue enviada el 31 de enero al despacho del gobernador y a todo el directorio de la Corporación Regional de Turismo. Debe estar en la papelera.

A veces, los pueblos y el sector privado necesitan algo más que un palmotazo y una foto grupal de alianzas vacías.

La reciente columna del Sr. Demetrio Infante, titulada "¿Y qué pasa con el Puerto?", intenta responder lo que muchos han venido analizando desde hace más de una década en la compleja interacción que logra el puerto con la ciudad que lo alberga desde su origen.

Mientras el plan maestro portuario de EPV ha cedido gradualmente al cambio desde su versión del 2012, reconociéndose hoy las "diversas vocaciones porteñas", el reinicio de las obras del Parque Barón logra ser la única obra consensuada y en ejecución en la bahía. Lo que en su texto el Sr. Infante explora citándome, implica profundizar argumentos desde la experiencia global y aclararle algunos puntos.

Primero, que el proyecto Parque Barón incorpora desde la propuesta original del 2018, un porcentaje de suelo convertible para actividad portuaria, en caso de ser necesario, dado el paso ferroviario y el futuro muelle de cruceros; por tanto, complementa la actividad portuaria. Segundo, que el proyecto propone usos blandos, es decir, que facilitan en el futuro su posibilidad de recibir nuevas actividades logísticas en superficies que puedan ser requeridas por el puerto en las próximas décadas.

Tercero, que EPV estaría estudiando opciones para que la Bodega Simón Bolívar acoja nuevos usos y, con ello, empleos y activación del espacio público, con el potencial intermodal de trenes, cruceros y buses que coinciden en ese punto. Y cuarto, el nuevo espacio público resiliente y el turismo como generadores de empleo y seguridad ante desastres, incluso ante una actividad portuaria que se está automatizando cada día, invitan a buscar más opciones que sólo la carga portuaria.

Para recuperar la ciudad, que es lo que parece preocupar, además de un puerto eficiente y abrigado, es clave un frente marítimo accesible, lo que ocurrirá con Barón y sus accesos mejorados al oriente, pero que también debe ocurrir en el centro de la bahía frente a la zona patrimonial, cosa que no será posible al emplazar plataformas de acopio como barreras. Es decir, el plan propuesto hoy aún tiene componentes que pueden ser ajustados, existiendo alternativas viables.

Todo esto reconociendo un acuerdo general de que el puerto debe ampliarse, pero sin caer en la obviedad -un demostrado caso de marras- de que sólo el puerto causará la reactivación urbana, sin asumir que un diseño u otro son capaces de generar más empleos y beneficios, y que es ahí donde debe seguir trabajándose en las propuestas de solución hacia un mejor puerto para la mejor ciudad posible.