RELOJ DE ARENA Cobre, del desprecio a la codicia
Sí señor, son de cobre como campanas de palo las espuelas del pobre.
Viejo proverbio nacional que da cuenta de las diferencias sociales y de la suerte de los menos favorecidos por la fortuna. Se alude a las espuelas de cobre del campesino pobre y, sin decirlo, se alude también a las relucientes y tintineantes del adinerado dueño del fundo.
El cobre, en algún momento, metal despreciado entre quienes escarbando la tierra buscaban oro o plata, metales dominantes en la historia de la humanidad y en particular de nuestro país.
Con todo, el cobre resultaba un metal bastante noble por su ductilidad y como componente en la producción de materiales importantes como el bronce, por ejemplo, con que se fabricaban las primeras piezas de artillería.
El metal rojo, como se le denomina, es un elemento privilegiado para labores artesanales. Con paciencia y destreza se logran resultados valiosos tanto desde el punto de vista estético como por su uso en decoración o en labores culinarias. Antes de la llegada del aluminio, fue importante para la fabricación de utensilios de cocina.
Diestros en la elaboración de esos elementos han sido históricamente los gitanos quizás con qué antecedentes ancestrales.
Así fue como hace décadas golpeó en la puerta de nuestra casa de Villa Alemana, una quinta hasta con molino, un grupo de gitanos ofreciendo una enorme paila de cobre.
La dueña de casa no pudo escapar a la oferta, tentadora, acompañada de floridos argumentos sobre el valor y utilidad de la pieza. El valor, sin embargo, era elevado, pero por cierto sujeto al regateo, cuestión en la cual los gitanos resultan expertos.
Los argumentos iban y venían. La dueña de casa captó el interés de los oferentes en deshacerse de la pieza, tal vez por varios fracasos anteriores en su venta.
La paila por ropa
Se llegó entonces a la posibilidad de un trueque. La paila por ropa. Salió así a relucir un elegante terno azul a rayas, de legítimo casimir inglés que el dueño de casa, ausente en ese momento, usaba en las grandes ocasiones.
Estaba flamante, pero gitanas y gitanos cuestionaban calidad y estado palpando la tela y mostrando el interior de pantalones y chaquetas. De todos modos, sin reconocerlo, se daban cuenta de la buena calidad e impecable estado de la prenda y, finalmente, con el rostro contrito y encogiendo los hombros, en un gesto de entrega aceptaron el trueque de la reluciente paila de cobre con asas de hierro, por el bien planchado terno.
Un chico fue testigo temeroso de toda la transacción realizada a través de la reja de la casa. Cabro chico, temía a los gitanos tras cuentos que alguien le leía en El Peneca.
El segundo capítulo del episodio fue la indignación y también resignación del dueño del terno y el tercero, mucho más dulce, fue la producción de manjar blanco en la flamante paila con leche de verdad que en esos tiempos llegaba de por ahí cerca. El capítulo final de esta negociación es que la paila de cobre sobrevive hasta hoy como un adorno de buen gusto junto a la chimenea de la casa, acogiendo la leña o carbón de piedra para temperar el invierno. El terno, fatalmente, debe haber alimentado a legiones de polillas.
Aterrizando en la vida diaria nos encontramos con una valoración del cobre en múltiples frentes, bastante más allá de la artesanía. Elemento importante en las instalaciones sanitarias, reemplazando a las viejas cañerías de hierro y las muy cuestionadas, por sus efectos nocivos, de plomo. Es además fundamental en todas las instalaciones eléctricas y de comunicaciones como excelente conductor.
Juega el cobre un rol fundamental en innumerables industrias vinculadas al universo digital a lo largo y ancho de todo el mundo y es básico en la producción automotriz y hasta en los viajes espaciales.
Metal con historia
Chile es uno de los grandes productores de cobre del mundo y su explotación, según los historiadores Marino de Lovera y Garcilaso de la Vega, data de los tiempos de los incas, quienes trasmitieron rudimentarios métodos de explotación a los mapuches.
Muchas armas de los indígenas y también ornamentos eran de cobre.
Hay datos de su explotación ya desde 1600, pero la producción más formal, por decirlo de algún modo, aparece junto con la Independencia.
Escribe sobre el metal Vicuña Mackenna: "El cobre nació en nuestras montañas en cuna plebeya, y así vivió durante casi tres siglos; entonces el trabajo, la industria, el comercio y la ciencia, junto con la libertad, lo convirtieron en noble potentado".
Potentado, cotizado, apreciado y codiciado. Y, para decirlo en concreto, en factor económico dominante, con proyecciones laborales y también políticas.
A principios del siglo pasado llegan al país grandes empresas norteamericanas que explotaron la extracción del mineral. Elevadas inversiones e importantes fuentes laborales.
Los centros extractivos se ubicaron en el Norte Grande y en la Provincia de O'Higgins. Junto a las empresas extranjeras se dedicaron a la explotación otras nacionales medianas, grandes y pequeñas.
Florecieron luego las fundiciones y refinerías.
Beneficios a la economía, pero también impactos ambientales que han afectado la vida humana. Fatal ejemplo por acá cerca, en el área de Quintero-Puchuncaví.
Diversas denominaciones se dan al cobre: "Viga maestra de la economía" o también "el sueldo de Chile".
Los grandes números
Concretando en cifras de la importancia del mineral tenemos que su exportación significó para el país el año pasado US$ 50.858 millones, con un aumentó en relación al año anterior del 17,3%. Esto sobre un total de exportaciones por US$ 100.173 millones. Los mayores destinos del cobre han sido China, Japón, Corea del Sur, India y Alemania.
Se estima que la libra de cobre en la Bolsa de Londres este año llegará a US$ 4,25.
Estos son los grandes números que miden la importancia de un mineral cuya nacionalización se inicia en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, 1964-70, para culminar con la nacionalización de la gran minería en 1971, Allende en La Moneda. El proceso no ha estado exento de conflictos internacionales y de debates nacionales.
Amenazas y rapiña
Y ahora la pregunta es cuál será la suerte del cobre en medio de las amenazas arancelarias de Donald Trump y su poderoso asesor Elon Musk, el hombre más rico del mundo.
Mientras tanto, en el día a día nacional el cobre se ha incorporado al creciente catálogo de los delitos que adornan estos tiempos de "progresismo" y de "cuidados".
Recientemente, en San Antonio, fue robado un cargamento de cobre de Codelco avaluado en 400 millones de pesos, mientras que en el norte han sido frecuentes los asaltos a trenes cargados con planchas del otrora despreciado metal.
Las instalaciones eléctricas de alta, media y baja tensión también son blanco de robos, incluso con resultados de la muerte, electrocutados, de algunos de los ladrones.
Las cañerías de cobre de los sistemas de agua potable también son robadas, incluso aquellas situadas en lugares públicos, como ocurrió recientemente en los jardines de un estacionamiento de Viña del Mar.
Las casas, con instalaciones a la vista, son igualmente castigadas por la rapiña de un producto cada vez más valioso. El mercado para el cobre robado, macro y micro, es floreciente.
Así, vemos cómo el viejo cobre, tal vez en algún momento protagonista de los tironeos entre Washington y Beijing, tiene también alcances que llegan "a domicilio".
Su creciente importancia, macro y micro, sepultan para siempre esas antiguas y despectivas expresiones "No vale un cobre" o "No tiene ni cobre", expresiones que se ajustan al retrato del aquel pobre campesino de la versaina.