Por medio de un Procedimiento Voluntario Colectivo (PVC), el Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) y la empresa eléctrica Chilquinta alcanzaron un acuerdo para compensar a los casi 90 mil hogares -se estima que beneficiará a más de 270 mil personas- afectados en la Región de Valparaíso por los cortes de luz provocados por el sistema frontal que afectó a la zona, mayoritariamente en las comunas de San Felipe, Valparaíso, Los Andes, Viña del Mar, Putaendo y San Esteban, a comienzos de agosto de 2024.

El monto a desembolsar por la eléctrica de capitales chinos llega a poco menos de 1.140 millones de pesos, de los cuales la compañía ya pagó más de 317 millones en cumplimiento del artículo 16B de la Ley General de Servicios Eléctricos.

De acuerdo con el director nacional del Sernac, Andrés Herrera, el acuerdo sería proporcionalmente similar al que ejecutó la eléctrica de capitales italianos Enel con sus clientes de la Región Metropolitana, a quienes compensó con más de 17 mil millones de pesos por cortes que superaron los quince días, más del doble en que fueron afectados los usuarios de nuestra Región, a lo que se agrega una distinta dispersión de afectación.

En días en los que los consumidores han dejado precisamente de ser una prioridad para las empresas, la señal entregada por Chilquinta -a través del procedimiento voluntario- y por el propio Sernac es bastante positiva de cara a ese interregno que es el escenario de las afectaciones climáticas, cada vez más frecuentes y exageradas, para los servicios básicos.

Ahora viene la segunda pregunta: ¿es justa la compensación? La Ley del Consumidor es clara y obliga a la eléctrica a pagar diez veces el valor del consumo por cada día sin luz (un día sin suministro es un corte de 4 horas continuas o más dentro del mismo día). Pero por ahora eso quedará para los abogados y los afectados.

Como en todos los planos de la vida, tal vez en esta ocasión más valga un mal acuerdo que un buen juicio.

El significado de la palabra "pueblo" parece tener múltiples sentidos y emociones según la persona que la expresa. Me refiero simplemente a cada uno de nosotros y a todos; no a una visión académica pura y rigurosa. Pueblo puede nacer de la profundidad del alma, refiriéndose a todos los que pertenecemos a la nación, los que compartimos desafíos, dolores y esperanzas, sueños y miradas mutuas, a los que hacemos juntos la travesía (ese camino largo e inescapable a tiempos más humanos, seguros, sustentables; ese camino del cultivo de la fraternidad y los valores compartidos; esa expresión de los símbolos y la cultura común). Nosotros somos el pueblo.

Todos podemos contar experiencias referidas a los usos de la palabra: la apropiación noble, la manipulación abusiva, las cargas que se le ponen en tan diversos sentidos. Merecen respeto todos aquellos que hayan dado lo mejor de sí al servicio de la comunidad, a la obra constructora de cohesión, esculpiendo la consideración. Sin embargo, también están aquellos que en el secreto de su mente sienten pueblo como un mero escalón en el cual posar el pie para "subir", modulando la palabra con cierto énfasis o un algo de desprecio a los otros.

Este año 2025 es muy determinante. Dos procesos que son hitos: elecciones parlamentarias y elecciones presidenciales. Estos dos momentos interdependientes marcarán el camino del presente año. Más allá de las preferencias personales, el futuro de la nación -de nosotros el pueblo- está atado a los resultados que conoceremos el día señalado. Palparemos variantes de los estilos políticos, la fuerza y debilidad de las organizaciones, los dilemas antiguos y nuevos que se develarán, las formas lingüísticas. Tendremos a la vista formas diversas de proyectos, de posibilidades, de imposibles.

¿Y cuál es el papel de "nosotros el pueblo"? Esta pregunta llama a la responsabilidad, no sólo de quienes quieren ser escogidos, sino que en igual medida de quienes eligen. A mayor riesgo, mayor es la obligación que supera depositar un voto. Por nuestro propio honor como personas y nuestro deber ciudadano, es necesario cultivar el espíritu, observar, buscar evidencia, hacer análisis comparado, conversar activamente persona a persona. Decantar y sentir lo que significa votar positivo, con compromiso, con alegría, con esperanza.

Si bien es cierto a veces se escoge el mal menor, tratar de exigirnos a nosotros mismos para alcanzar una convicción que va más allá de palabras envolventes. Relacionar la experiencia, la historia, las cuestiones cruciales que encuentren el sueño con la realidad, con lo posible. Despejar la subjetividad y toda forma de populismo, reconocer los pequeños autoritarios. Preguntarse quién paga los daños de las crisis. No olvidar el valor de la libertad. Estamos invitados a la marcha de los prudentes, de los reflexivos.