El desalojo de la toma en Lajarilla
El proceso de traslado de las personas que ocupan el predio quedó a firme ayer con el rechazo de la Corte a un último recurso. Este desalojo debe hacer reflexionar a las instituciones involucradas sobre las capacidades reales para asumir esta responsabilidad en las otras tomas que hay en la zona.
El rechazo de la Corte de Apelaciones al recurso que solicitaba un aplazamiento del desalojo de 350 personas ubicadas en la toma de terrenos Edén, de Lajarilla, en el sector de Reñaca Alto, Viña del Mar, pone el sello definitivo a un procedimiento que ya había sido postergado varias veces, pese a tener las coordinaciones adecuadas por parte de la autoridad. Los vecinos afectados, cerca de 85 familias, reconocieron en los últimos días su intención de abandonar voluntariamente el predio que habían ocupado ilegalmente, pero advirtieron que necesitaban más tiempo para conseguir una reubicación estable y legal que evitara el riesgo de caer en una solución sin sentido, como era trasladarse a otros asentamientos bajo condiciones de ilegalidad. Como señal de que los procesos legales deben cumplirse en los plazos que establece la Justicia, la decisión tomada por la Corte de Valparaíso es ejemplar y pone sobre el municipio de Viña del Mar, la Delegación Presidencial Regional y los organismos que deben cooperar en el proceso, entre otros las policías, en la difícil misión de garantizar que sea rápido, limpio y expedito, capaz de demostrar que están a la altura de lo que deben hacer cuando la Justicia lo exige.
En términos generales, lo que ocurra hoy en la toma de este predio en Lajarilla representará una suerte de contraste con lo que ocurre en el campamento del cerro Centinela, en San Antonio, cuya orden de desalojo se transformó en una negociación. Ambos casos desnudan el fracaso de los planes de reubicación y radicación, cuya lentitud pone a la solución muy por detrás del ritmo de crecimiento que tienen las tomas, pero también dejan en evidencia las contradicciones de la autoridad en este tema. En términos más particulares, el acto mismo de desalojo debe hacer reflexionar a las instituciones involucradas sobre las capacidades reales para asumir esta responsabilidad en el resto de los asentamientos ilegales que hay en la zona, tal como lo exige la ley, o si debe prepararse mejor para ello.