Más de 1.300 reos inician el año escolar en la penitenciaría
VALPARAÍSO. Ya sea como oportunidad de dejar atrás la alta conflictividad diaria y acortar las condenas, este nuevo ciclo educativo se presenta como un paso a la reinserción.
En el Complejo Penitenciario de Valparaíso conviven actualmente cerca de 3.500 personas privadas de libertad, de las cuales hay más de 1.300 que optaron por vivir su encierro soñando y trabajando una vida distinta, alejados de actividades ilícitas, matriculándose en alguna institución educativa. Precisamente ayer, al interior del recinto, se dio inicio oficial al año académico en contexto de reclusión, con una ceremonia que reunió a los tres centros educativos que operan en el lugar: el Centro Educativo Horizonte, el Colegio Cardenal Oviedo y el Colegio Juan Luis Vives.
Con enfoques pedagógicos distintos, las tres son oportunidades que invitan a los reos a abrirse a caminos de formación que les permitan proyectar un futuro distinto más allá del panóptico y las rejas electrificadas.
Como directora del Centro Educativo Horizonte -perteneciente al Servicio Local de Educación Pública de Valparaíso-, Jenny Sepúlveda cuenta que la actividad que se hizo ayer fue "el hito de inicio de año escolar en un contexto de encierro a nivel nacional", convocándose en la cárcel porteña a los tres centros educativos que funcionan dentro del complejo penitenciario.
Según sus números, en la cárcel hay 3.400 internos, aproximadamente, y 1.300 de ellos están matriculados en alguno de los tres proyectos. En primer lugar está el que ella dirige, Horizonte, que ofrece enseñanza científico-humanista desde la alfabetización hasta cuarto medio.
También está el Cardenal Oviedo, que entrega formación técnica en estructuras metálicas, mientras que el Juan Luis Vives capacita en oficios como panadería, repostería y manipulación de alimentos.
Fomentar la convivencia
Si bien tiene 11 años de experiencia formativa en espacios de reclusión, Jenny Sepúlveda dirige desde hace un par de meses el Centro Educativo Horizonte, que da clases a alrededor de 340 reclusos, desde el primer nivel básico hasta cuarto medio, incluyendo un plan de alfabetización para aquellos que lo necesiten, así como un programa de integración conformado por diferentes especialistas y pensado en una educación integral que incluye talleres de música, arte y educación física, entre otros.
Una de las particularidades de la escuela que lidera es que su formato de alguna forma altera la monotonía de los reclusos en sus módulos, llevando las aulas prácticamente a las propias celdas y ya ahí dependerá de cuánta motivación tengan los internos para asistir a ellas.
Este tipo de trabajo se realiza, según explica la directora, "con el objetivo de que bajen los niveles de agresión y de violencia en los módulos, que de alguna manera la escuela se convierta en una herramienta para trabajar la sana convivencia".
Y es que según comenta esta profesora "ellos (los internos) agradecen el poder generar acciones dentro del módulo, donde muchas veces ocurren conflictos, los cuales quedan a un lado cuando las clases inician".
De lo que se trata es de vincular a la población penal, asegura Sepúlveda, pero también de "entregarles herramientas y avanzar con ellos no tan sólo como una educación fraccionaria y asistencialista, sino también desde una mirada integral".
Trabajar la libertad
Del desafiante e impredecible proceso de reinserción, la directora tiene claro que la idea "normalmente es apoyar la trayectoria de los estudiantes, de todos, tanto los que se matriculan y los que no, generando acciones que permitan un vínculo permanente y que puedan proyectar el situarse en la oportunidad de estar en un medio libre".
Este anhelo se logra, bajo su perspectiva, "dándoles las herramientas, que no solamente significa avanzar en lenguaje o en matemáticas, sino que en perspectivas más amplias".
A su juicio, "la educación es clave en el proceso interno que dan los reos para anticipar su libertad", ya que al estudiar, afirma, "se inicia un recorrido en el que se cuestiona y entiende que las clases son una posibilidad real de avance y de progreso para su familia y para él o ella misma".
"La escuela le genera las herramientas, pero son ellos los que tienen que decidir si acaso quieren o no continuar con esto afuera", reflexiona Sepúlveda, quien comenta que "en el último tiempo es notorio que hay una mayor intención de continuar estudios afuera, que son procesos que antes no se veían".
Estando dentro, los internos que estudian ven un horizonte que se expande y cuyas posibilidades antes ni se imaginaban. Es el sueño, por ejemplo, de Solange Verdejo, una de las estudiantes, quien cumple ya 20 meses de condena por microtráfico, y que deja claro cuáles son sus metas al dejar la penitenciaría.
"Ahora quiero estudiar algo, sacar una profesión, una carrera, que es una idea que nunca me planteé cuando estaba en la calle", confiesa. Hoy, las clases que recibe la motivan a ir más allá, a imaginar un futuro distinto. Como le gustan las matemáticas, estudiar para ser contadora aparece como una posibilidad concreta, en un proceso de reinserción que, pese al estigma, ella describe como "mucho más fácil de lo que se piensa".
Este camino lo podría comenzar pronto, ya que con 20 meses cumplidos en prisión, en julio de este 2025, eventualmente, podría acceder a una pena mixta, lo que interrumpiría anticipadamente su privación de libertad.
"El objetivo es que bajen los niveles de agresión y de violencia en los módulos, que de alguna manera la escuela se convierta en una herramienta para trabajar la sana convivencia".
Jenny Sepúlveda, Directora Centro Educativo Horizonte
"No es lo mismo quedarte en el módulo, quedarte en la pieza sin ganas de hacer nada, porque aquí los profesores te incentivan a estudiar, a interactuar con ellos".
Ricardo Bruna Ahumada, Interno
"Ahora quiero estudiar algo, sacar una profesión, una carrera, que es una idea que nunca me planteé cuando estaba en la calle".
Solange Verdejo, Interna