APUNTES DESDE LA CABAÑA ¿Del soldado de Maduro a la soldada de Fidel?
POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EX MINISTRO Y EMBAJADOR, ES ACADÉMICO DEL CENTRO PAÍS HUMANISTA DE LA UNIVERSIDAD SAN SEBASTIÁN Y DE LA UNIVERSIDAD FINIS TERRAE ESCRITOR, EX MINISTRO Y EMBAJADOR, ES ACADÉMICO DEL CENTRO PAÍS HUMANISTA DE LA UNIVERSIDAD SAN SEBASTIÁN Y DE LA UNIVERSIDAD FINIS TERRAE
Me parecía una astuta apuesta del partido comunista proclamar a Jeannette Jara como su candidata presidencial por varias razones, pero también porque estoy harto tanto del abstracto discurso populista-jacobino de dirigentes frenteamplistas "cuicos" y sin experiencia de trabajo ni de vida, como del espíritu resentido, plañidero y ciego ante las lecciones de la Guerra Fría de los comunistas. Una cosa es solidarizarse genuinamente desde la orilla rosa de la vida con sectores vulnerables, pero otra es simular -pronunciando altisonantes discursos plagiados de textos de reminiscencias del 1968- que se es parte del mundo popular. Queda impostado, falso como billete de seis dólares. Una cosa es identificarse de verdad con causas populares en democracia, y otra abrazar causas de ese tipo para obtener influencia y justificar regímenes estalinistas que sólo merecen condena y repulsa.
Era un buena candidata la ex ministra, por cierto, único integrante del gabinete de Boric que ha logrado aprobar un proyecto de ley, resultado que dividió más a la dividida oposición. Que la hallara buena candidata no significaba que votaría por Jara, sino que estaba bien escogida por los jerarcas comunistas: nacida en la comuna popular de Conchalí en 1974, es decir, después del Once y del suicidio de Salvador Allende, hija de la educación básica y media pública, alumna de la Universidad Central, la primera universidad privada autorizada como tal bajo el régimen militar, egresada de Administración Pública y de Derecho, cultivadora de un aire a lo Bachelet, sencilla como ésta, "matea" como la excanciller Soledad Alvear, de aspecto austero y afable, con look respetuoso del cargo republicano que ejercía, nunca suntuosa como la ex portavoz de gobierno o ciertos dirigentes del Frente Amplio, ejemplo, por cierto, de la movilidad social del Chile que comenzamos a despilfarrarnos en octubre de 2019, y al parecer moderada, sensata en lo político. En fin, me parecía gran candidata.
Pero cuando la escuché decir que Cuba tiene un sistema democrático como Chile, sólo que "distinto", se rompió hechizo y el alma de su campaña. Su afirmación me recordó el presuroso paso de la entonces presidenta Bachelet, corría 2009, cuando le avisaron en un acto cultural en La Habana que el dictador estaba dispuesto a recibirla. También me trajo a la memoria el inolvidable faux pas del jacobino exsenador Alejandro Navarro declarándose "soldado de Maduro", con lo que enterró su carrera política. La exministra me hace pensar también en el tuit de la ex mandataria tras el fallecimiento de Castro: "Fidel, un líder por la dignidad y la justicia social en Cuba y América Latina". Ni una palabra sobre democracia, libertad ni derechos humanos en la isla. Jara me recordó igualmente las fotos de Camila Vallejo y Karol Cariola asiendo, regocijadas y extasiadas, las delicadas manos del padre de la feroz dictadura familiar que acaba de cumplir 66 años y dirige hoy su hermano Raúl. Es un proceso de decenios de represión, miseria, subvenciones primero soviéticas, luego chavistas, posteriormente maduristas, que ha conducido a la isla a la peor crisis económica y de emigración y pauperización -salvo para la fastuosa casta gobernante- de toda su historia.
Por decenios me pregunto qué lleva a los comunistas chilenos a justificar a cuanta dictadura de izquierda haya existido desde la Revolución Rusa de 1917. Nadie logra explicarlo. Fui militante de la juventud comunista hasta los 23 años, cuando renuncié en La Habana, en 1976, a esa organización. Entonces justificábamos la represión como excepción acotada en el tiempo como quien justifica la necesidad de estado de sitio ante una situación catastrófica. Entonces Fidel Castro llevaba "sólo" 17 años en el poder, sin elecciones ni partidos más que el suyo, el PC, sin derecho a salir de la isla, sin pluralismo político, sin libertad de conciencia ni de reunión, ni de prensa ni de credo, y con una libreta de racionamiento de los alimentos que sometía a la población por el estómago. Todo aquello sólo reflejaba el fracaso de la economía estatal dirigida por Castro. Reconozco que justificábamos a la dictadura porque supuestamente Estados Unidos estaba a punto de invadirnos, lo que nunca ha ocurrido. Creíamos que el socialismo sin embargo prosperaría y triunfaría en el continente ayudado por "la partera de la historia", la violencia guerrillera. Sí, la victoria del socialismo sobre el capitalismo estaba esculpida en las leyes de la historia descubiertas por Karl Marx y su mecenas, el acaudalado empresario Friedrich Engels. Lo que ignorábamos era que en términos represivos nuestra situación era idéntica a la de Unión Soviética y sus satélites, y en términos de suministros y servicios no muy diferente, aunque la nuestra era peor. Entendimos que el socialismo era escasez y represión. Recordábamos que ni durante el último año de Allende había habido tanta carencia de suministros como existía en Cuba desde 1962.
Puedo entender que los comunistas chilenos hayan seguido creyendo ciegamente en el socialismo hasta mediados de los ochenta, pero no se entiende que continuaran comulgando después de 1989, cuando tras el desplome del Muro de Berlín -que impedía a los ciudadanos de países comunistas llegar a Occidente para que no se enteraran de la prosperidad y la libertad en este- se extinguieron los estados comunistas europeos. Tampoco se puede entender que sigan creyendo en el socialismo cuando saben que China Popular y Vietnam son regímenes de partido único pero desde fines de los setenta con economías de mercado abiertas a la inversión extranjera y defensoras del libre comercio.
Volviendo a la candidata presidencial Jara: Uno se pregunta ¿cómo puede concebir ella la democracia sin pluralismo político, sin elecciones libres, sin libertad de prensa ni de expresión ni de organización, sin separación de poderes ni alternancia en el poder, en resumen, sin libertades y plenos derechos individuales? ¿Cómo puede creer que hay democracia en la isla que rigen desde 1959 dos hermanos (uno ya fallecido pero igual idolatrado por el partido único como si siguiese vivo), donde nunca se han celebrado elecciones libres, y los ciudadanos necesitan onerosas autorizaciones para viajar al exterior y regresar, y que no volver significa ser despojados por el régimen de su vivienda?
Fue importante que Chile presenciara el rechazo transversal a Jara, cuya aseveración enaltece a la tiranía castrista y denigra nuestra democracia, que aquí nadie idealiza y sobre la cual la ciudadanía se ha expresado en libertad durante el proceso constitucional que concluyó con el rechazo mayoritario al proyecto constitucional bolivariano y refundacional respaldado por el PC, el FA, sectores de la izquierda moderada y capitaneó el presidente Boric. Ha sido la consulta ciudadana con mayor participación en nuestra historia. Constituye una señal positiva pues en Chile no puede salir a costo justificar a regímenes totalitarios condenados por la humanidad. Recordemos que en noviembre de 2019 el Parlamento Europeo condenó los crímenes del nazismo y el comunismo, totalitarismos surgidos en el siglo pasado, aprobando la histórica "Resolución sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa". Esa resolución enfatiza que fue el pacto firmado en 1939 entre la comunista Unión Soviética y la Alemania nazi, al que siguió la invasión a Polonia, primero por Hitler, luego por Stalin, así como la anexión por parte de Moscú de partes de Rumanía y de las repúblicas bálticas, lo que desencadenó la Segunda Guerra Mundial y permitió el Holocausto. Los chilenos deberíamos hacer nuestra esa crucial resolución de las democracias europeas, hoy bajo la amenaza de Putin.
Agradezco la franqueza de la presidenciable comunista pues dejó de manifiesto su insensibilidad democrática, el carácter de sus aliados y el modelo de sociedad que la inspira, y el peligro que representa para Chile un llegada de ella a La Moneda. De Jara hubiese esperado que se distanciara de la admiración por el castrismo expresada por la expresidenta Bachelet y sus camaradas Camila Vallejo y Karol Cariola. Basándome en su trayectoria y estilo, sospecho que la impresentable defensa del tirano caribeño y su dictadura le fue impuesta.