RELOJ DE ARENA El llamado de un sacerdote pionero
En estos días se Semana Santa con una disputa sobre una "feriado irrenunciable" que se aleja del contenido espiritual de los días marcados en rojo del calendario es oportuno evocar a un sacerdote chileno pionero en dar a conocer este rincón del mundo.
Hablamos del jesuita Alonso Ovalle, más conocido por una calle de Santiago, que, por su obra de divulgación, Histórica relación del Reyno de Chile y de las misiones y ministerios que ejercita la Compañía de Jesús.
La obra fue editada en Roma en 1646 y fue impresa mediante el revolucionario sistema tipográfico desarrollado por Gutenberg en 1453 que democratizó la cultura al hacer posible la multiplicación de textos originalmente manuscritos en hermosos y bien ilustrados pergaminos. Cada obra era un ejemplar único generalmente conservado en bibliotecas de los conventos.
Nada de máquinas de escribir, menos teclados digitales, simplemente el esfuerzo caligráfico del autor iluminado en las noches por velas. Lo mismo hizo Cervantes con su Quijote, texto manuscrito luego llevado al casi mágico proceso de impresión.
El sacerdote Alonso Ovalle se dedicaba en Chile a la docencia y a las misiones de su Congregación. Sin duda por su capacidad y esfuerzo fue enviado al seminario de Córdoba, en lo que sería Argentina. La exigente congregación, con mirada de futuro, lo destinó a Roma como procurador con el objeto de conseguir recursos para consolidar la labor misionera de los jesuitas en la llamada Provincia Chilena.
El crecimiento, desarrollo e influencia de los jesuitas le valió la expulsión de los territorios americanos en 1767 por orden de Carlos III. Resultaban hasta peligrosos para la Corona. Fueron reemplazados en su tarea religiosa y educativa por los Franciscanos.
Como parte de su misión en Europa Ovalle escribió la obra mencionada, precursora relación de lo que sería la República que aparece en el siglo XIX.
Ovalle falleció en Lima en 1651 cuando regresaba a Chile. Tenía 48 años y su obra ha trascendido en el tiempo y ha sido rescatada en diversas reediciones, la más notable de 2012, publicada con el auspicio de El Mercurio, Banco Santander y recursos de la Ley de Donaciones Culturales. Participaron además en la tarea la Universidad de Salamanca, la Fundación Chile España y la embajada de nuestro país en Madrid.
La obra de Ovalle es precursora en la descripción del país, su flora y fauna. A la vez nos presenta un acabado estudio del pueblo mapuche y de sus costumbres.
Importancia de la imagen
A través de casi 500 páginas presenta la geografía del territorio, costumbres, devociones y hechos históricos relativos a esos tiempos, hasta la fecha de la edición.
Ovalle da importancia en su obra a la imagen para trasmitir al mundo un conocimiento detallado y en terreno de nuestro país.
Así vemos cuadros de costumbres y usos de los indígenas, el rostro de gobernantes de la época y de militares destacados.
Este aspecto en tiempos de complejas impresiones tiene mucho de artesanía pues nos existían técnicas de multiplicación de imágenes que llegarían en el Siglo XIX con la fotomecánica. Solo se utilizaban grabados en madera o metal realizados manualmente.
En la Histórica Relación aparecen 32 grabados, que son las primeras imágenes descriptivas que se conocen de nuestro territorio.
"Entre nosotros, el que primero captó esta tierra como un lugar singularmente entrañable, no solo exótico o recientemente descubierto, fue Alonso Ovalle", escribe el historiador Alfredo Joselyn-Holt, quien reproduce además la motivación de la obra en palabras del propio Ovalle:
-"Habiendo venido del Reyno de Chile y hallando en estos de Europa tan poco conocimiento del, que en muchas partes ni aun sabían su nombre, me hallé obligado a satisfacer el deseo de los que me instaron diese a conocer lo que tan digno es de conocerse".
Es cierto que pionero en el posicionamiento universal de Chile es Alonso de Ercilla con su Araucana publicada en Madrid en tres partes en 1569,1578 y 1589. Su obra, sin embargo, es un panegírico poético de luchas de la conquista, en que destaca el valor de los contendientes, españoles y mapuches. No llega el poeta a la precisión de Ovalle como tampoco al objetivo divulgador del jesuita chileno.
El sacerdote en su empeño de perfección añade grabados a su obra, 32 en total, en que intenta mostrar aspecto de su tierra de origen.
La tarea no es sencilla, pues debe recurrir a grabadores, artesanos, tal vez con sentido artístico, que, en metal o madera, mediante el buril, van interpretando la información de cada escena o lugar que les entrega Ovalle.
A veces el resultado aparece como un dibujo infantil, pero tiene el valor de trasmitir conceptos, como es el caso de la presentación de Valparaíso: la bahía en primer plano y luego construcciones en los cerros donde destacan dos edificaciones, cada una con una cruz. Corresponden a los dos primeros templos que existieron en el naciente puerto, La Matriz, de 1559, y el de los religiosos Agustinos de 1627.
Tenemos también un esquemático mapa de la bahía de Quintero y una representación de la casa misional jesuita ubicada en Quillota.
Milagro en limache
Pero la imagen más notable es la de un árbol que aparece en el valle de Limache en 1636 y que en su conformación presenta a Cristo crucificado. Escribe Ovalle:
- "Corrio luego la voz de tan gran prodigio, y una señora muy noble. Y muy devota de la Santa Cruz que tiene sus haciendas en el mesmo valle de Limache hizo grandes diligencias por haver este tesoro, y haviendole alcanzado, lo llevó a su estancia, y allí la edifico una Yglesia, y la coloco en un altar, donde al presente es venerada de todos los que van a visitarla, fue entre otros el el señor Obispo de Santiago y la concedio las indulgencias que pudo…"
Y Añade el sacerdote:
- "Por esto no me he contentado de referir esto en este escrito, sino que he querido juntamente añadir una estampa"
La imagen es de gran calidad y en la confección del grabado debe haber trabajado un artista destacado.
¿Qué se hizo ese extraordinario icono?
La obra de Ovalle es buen recuerdo en estos días del aporte religioso de una congregación al conocimiento y la valoración de un territorio lejano que merecía mayor atención tanto de la Corona Española, como de la Iglesia misma. Reitera al jesuita al final de su texto los elogios a Chile y el llamado a conocerlo en terreno:
- "Hasta aquí este memorial del cual, y de todo lo dicho antes constan quan espaciosos campos, y quan copiosa mies ofrece en ellos el Reyno de Chile a los alientos y fervores de los que pretenden placa (plaza) de apostólico varones y verdaderos hijos de San Ignacio, nuestro padre.