LOS MARTES DE DON DEMETRIO
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Brasil es uno de los países más grandes del mundo y en nuestro continente lo es por lejos. Básicamente, tiene su origen en dos tratados celebrados entre Portugal y España, por medio de los cuales esas potencias acordaron la repartición amistosa de las colonias que tenían en el mundo. El Tratado de Tordesillas, suscrito en 1494, cuyas disposiciones más sustantivas determinan la delimitación en América del Sur. Portugal se quedó con una porción pequeña de territorio frente al Océano Atlántico (Brasil). Este acuerdo entre ambos países fue abolido por el Tratado de Madrid de 1750, ya que ambas potencias europeas habían quedado bajo el mismo rey. Posteriormente, se celebró un nuevo Tratado entre España y Portugal en 1777, con el mismo objeto del de 1494, el de San Ildefonso, que fijó nuevos límites de la colonia portuguesa (Brasil) con la española. El territorio adjudicado a Portugal fue mucho más generoso del que se le había proporcionado en el Tratado de Tordesillas. Se basaba en que la mayoría de la costa atlántica sería portuguesa y la del Pacífico, española. En el medio quedaba un amplísimo pedazo de tierra que por la dificultad del terreno era muy difícil de marcar. Los españoles privilegiaron la costa del Pacífico, pues allí había oro y plata. Los portugueses, por su parte, iniciaron una constante penetración hacia el poniente, especialmente liderada por los jesuitas de esa nacionalidad. Así, todo lugar al que llegaban sus curas, Portugal los consideraba propios. Así nació lo que hoy es uno de los países más grandes del mundo y que en nuestro continente limita con todos, a excepción de Chile y Ecuador.
Su historia política es variada. Ha tenido gobiernos de todo tipo: conservadores, socialistas, diversas dictaduras militares y dos emperadores, Pedro I (nacido en 1796), quien declaró la independencia de Brasil de Portugal en 1822, adoptando la forma de un imperio bajo un gobierno liberal. Su hijo Pedro II (nacido en 1825) también fue emperador. Aunque parezca curioso, Brasil como país fue fruto de la decisión de un emperador, no de un movimiento revolucionario como el resto de América. Lógicamente el asunto de la independencia fue más complicado de lo que parece, pero no tengo espacio para profundizar en ello. Para mostrar la variedad de jefes de estado que han llevado las riendas de ese inmenso país, baste con recordar que hoy lo dirige un ex obrero metalúrgico de una fábrica de automóviles, quien posee una orientación política socialista. De dirigente sindical pasó a la política, formando el Partido de los Trabajadores, y ha sido electo tres veces como jefe de Estado, con la particularidad que hubo un momento después de uno de esos períodos presidenciales por el que tuvo que pasar por la cárcel. Estuvo 19 meses preso por corrupción. Otra particularidad que tiene este ex obrero es que en el ejercicio de su trabajo como tal perdió el dedo meñique de su mano izquierda, carencia que no esconde. Por el contrario, la muestra con orgullo pues para él constituye una especie de condecoración perpetua. Posee un inmenso arrastre entre la gente.
Como buen dirigente sindical y dada su personalidad, tiene el diálogo como la más sustantiva arma para conseguir lo que desea. Claro que hay momentos en que asoma también el hombre combativo, con ideas propias y con una personalidad que demuestra que está plenamente consciente del poder que tiene entre sus manos. Es partidario de una política absolutamente popular en lo interno, importándole poco las consecuencias económicas negativas que poseen algunas sus decisiones. Las "bolsas de comida", por ejemplo, que consisten en repartir semanalmente una cantidad de alimentos a millones de brasileros pobres, han tenido un costo muy pesado para el erario. Existen otras como la mencionada que han llevado la economía brasilera a una situación complicada.
Pero a él poco le importa aquello. Por otra parte, siendo socialista, se preocupa del sector privado y protege su mercado de más de 210 millones de habitantes. Ahora, se ha percatado que la realidad mundial es otra y se ha mostrado como un campeón del entendimiento latinoamericano en cuanto a comercio. Por último, en este breve recuento de sus particularidades, debe ser el único presidente de un país importante en la historia que es conocido por su apodo: "Lula", el que oficialmente hizo parte de su certificado de nacimiento. Estoy seguro que si se hace una encuesta sobre cuál es el original nombre de Lula, habría una gran cantidad de chilenos que no sabrían cómo responder. Como embajador en Brasil tuve oportunidad de conocerlo de cerca, ello gracias a la gran sintonía que tenía con el presidente Lagos. Comprobé de primera mano su capacidad negociadora. Posee una muñeca única basada, como sostuve antes, en el buen trato y en la negociación.
Ejerciendo mi cargo en Brasilia se había creado una fuerte tensión comercial entre Chile y Brasil, pues nuestro SAG exigía que la carne brasilera tuviera una certificación nacional de estar libre de fiebre aftosa para poder ser exportada a Chile, lo que en los hechos era y es imposible, ya que no hay organismo alguno que pueda indicar que la Amazonía, por ejemplo, tiene esa condición dada su inmensidad y la variedad de animales y árboles que posee. Brasil era y es un gran exportador de carne pues los distintos países han aceptado que la certificación estatal, dada su condición se ser federal, es suficiente. Pero nosotros firmes, insistíamos en lo imposible. Un buen día llegó a mi oficina en Brasilia una delegación de alto nivel de la FIESP (Federación de Industriales del Estado de Sao Paulo), según ellos la más potente Federación de Empresarios del mundo. Me plantearon el asunto, respecto del cual, a decir verdad, yo no tenía una respuesta lógica.
Me argumentaron largo sobre el tema y yo, callado. Para mi fortuna uno de los vicepresidentes tuvo la mala idea de decirme que si Chile no cambiaba de posición ellos impedirían la entrada de fruta chilena al país, lo que era tremendamente perjudicial para nuestros productores. Me agarré de ello y simulando un real enojo le contesté que no podía aceptar que en mi oficina de Embajador se hiciera "un blackmail" a Chile. La verdad es que los otros miembros del grupo se incomodaron y me señalaron que no lo tomara así, que me daban las explicaciones del caso y que me agradecían el haberlos recibido. Salí momentáneamente del problema. Lógicamente informé de todo a Santiago, señalando que no tenía dudas que Brasil tomaría la decisión que se había deslizado por uno de los directivos de la FIESP.
Al poco tiempo el hecho se produjo. Ante eso fui a ver al ministro de Agricultura, Rodríguez, un tipo inteligente y grato, con quien tenía amistad. Le pedí que por favor dejara sin efecto la medida y que Chile tomaría pronto una resolución para resolver el conflicto de la carne brasilera, cosa que en la realidad era una idea mía sin real soporte institucional. A mi requerimiento, en forma muy caballerosa, Rodríguez me respondió que aquello le era imposible. Sucedía que a los tres días siguientes llegaba en visita oficial a Brasilia el nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Foxley, amigo mío de toda la vida, pues al mismo tiempo que él estudiaba Ingeniería Química en la PUCV, yo lo hacía en Derecho. Lo llamé por teléfono y le conté mi conversación con el ministro de Agricultura, y le planteé la posibilidad que postergara su viaje, ya que cuando regresara a Chile todos los actores políticos le señalarían que la visita había sido un fracaso al no haber podido remover la prohibición ya descrita. Al día siguiente me telefoneó de vuelta para decirme que de todos modos haría el viaje.
El canciller brasilero era Celso Amorín, un gran diplomático que fue ministro de Exteriores durante los dos períodos consecutivos de Lula y hoy es su más cercano e importante consultor en materias internacionales. Entre ambos cancilleres hubo química. Fruto de ello Amorín llamó al ministro Rodríguez para pedirle que por favor diera marcha atrás en su determinación sobre la fruta chilena. La respuesta fue la lógica. No puedo aparecer ante el país derogando una resolución tomada hace solo un par de días, respondió. Estábamos en una tremenda encrucijada. La última carta era la reunión con el presidente. Recuerdo que yo hacía pocos días me había quebrado una pierna, por lo cual tenía que andar con dos muletas sin poder afirmar en el suelo la extremidad dañada. Cuando ingresamos a la oficina presidencial, Lula saludó con afecto a Alejandro y al hacerlo conmigo se percató de mi estado. En un acto insólito de un presidente a un Embajador, me agarró cariñosamente la cara con sus dos manos y me dijo "¿Qué te ha pasado, querido?". Yo me quedé atónito y con una respuesta improvisada, le contesté en portugués: "Presidente, lo que sucedió es que la niña era demasiado fogosa". El hombre rio de buena gana y desde el inicio se armó un grato ambiente. Alejandro, con su tradicional inteligencia, le planteó el tema de la fruta y le solicitó la derogación de la medida. Amorín respaldó al canciller chileno. Sin dudar, Lula tomó el teléfono y se comunicó con el ministro de Agricultura, y en el tono que usa con un amigo cuando le pide un favor a otro, le solicitó (no le ordenó) la modificación de la resolución de marras. En instante alguno parecía el diálogo entre un presidente y un ministro.
Después de un largo argumento de parte de Lula indicándole que los chilenos modificaríamos la norma sobre la carne, Rodríguez accedió al pedido de su amigo y mi canciller volvió a Chile con la buena nueva. Ese es Lula, el típico negociador que usa su encanto para obtener lo que desea.
La última actuación política de Lula que nos concierne se vivió durante el encuentro que tuvo hace poco con el Presidente Boric en Brasilia. La numerosa delegación nacional encabezada por el jefe del Estado tuvo un arduo trabajo. El fruto de todo ello lo constituyó la suscripción de 14 nuevos acuerdos en diferentes áreas.
Allí el habitante del Palacio de Planalto se declaró un obsesionado con la integración del continente, ello sin distinción de ideologías. Sostuvo: "A Piñera lo echo mucho de menos", como un modo de hacer presente su acercamiento con aquél y reforzar la idea que el tema de la integración debe ser ajeno a la orientación ideológica. Claro que decir lo indicado delante de un Presidente que fue absolutamente contrario al ex jefe de Estado fallecido requiere de una especial valentía y de unas agallas que no son habituales. Hay que considerar que Boric como diputado fue un opositor obsesivo de Piñera e incluso estuvo de acuerdo en las acusaciones constitucionales levantadas en su contra. Bueno, esas son cosas que solo puede hacer y decir Lula.